Existe una gran diferencia entre la venganza y la justicia. La primera de ellas requiere de tu intervención personal y esfuerzo y, aún alcanzando la segunda, puedes errar en tus métodos al dejarte llevar por la ira. La justicia viene sola, no necesita de participación humana alguna, se autoproclama cuando llega el momento, siendo su grandeza proporcional al tiempo que transcurra y a las víctimas que puedan caer en el camino de su triunfo.
Jamás te vengues de nadie ni de nada. Sólo aguarda a que la justicia haga su labor. Esa callada espera conlleva grandes dosis de lo que los creyentes denominamos 'fe'. Otros optan por distintos calificativos. Su manera de llamarla resulta indistinta, las intenciones en lograr el objetivo no. Se trata sólo de comprobar que la vida es un perfecto engranaje en el que, en la mayoría de las ocasiones, no somos capaces de ver más allá de las manijas marcando horas que nos abruman por su lentitud sin alcanzar a ver que en sus entresijos existe un mecanismo que encaja todos los detalles diarios, los grandes momentos de tu existencia, los más nimios, los olvidados e incluso los anhelados.
Confía en el ordenado sistema de las cosas aun sin comprender su evolución. El hecho de tratar de entender qué sucede en nosotros y a nuestro alrededor es tan legítimo como esperar a ver cómo ocupan su lugar aun sin percatarse las personas que se consideran por encima del mecanismo de una vida cuya emoción radica en desconocer a ciencia cierta cuándo se hará justicia, esa que precisamente hicimos protagonista al inicio de mi reflexión.
Un abrazo a tod@s.
No hay comentarios:
Publicar un comentario