El balneario de Torregorda, en el término municipal de Cádiz aunque estrechamente relacionado con San Fernando, ha dejado de existir. El año pasado por estas fechas escribía sobre las sensaciones que me causaba regresar al menos un par de veces cada verano al lugar donde durante los años de mi adolescencia me daba mis chapuzones, jugaba al fútbol con mis amigos de la época, íbamos andando hasta aquella playa y nos zafábamos de los controles militares de la entrada y en el interior.
Hace ya algunos años que la Armada decidió ceder la explotación del bar restaurante del balneario a una empresa privada, pero este verano ya no está abierto. Desconozco si Defensa no lo ha permitido, si ya no se vendían hamburguesas, raciones y cervezas y no era rentable, o simplemente, se trata de la crónica de un muerte anunciada desde que comenzó el ocaso del poder militar en esa franja del litoral, los altos mandos desmontaron sus casetas, las leyes medioambientales dejaron claro que la playa es de todos y en resumidas cuentas, Torregorda se convirtió en un símbolo más del declive de lo castrense en la zona.
Signo de los tiempos, es indefectible. Y así debe ser. Pero esa decadencia de conceptos ya caducos en muchos aspectos -hoy resulta inconcebible que te reclamen una tarjeta militar por el mero hecho de pasear por una orilla de playa- debe dar paso a iniciativas que permitan extraer los recursos que nos pueden prestar esos enclaves. Anteayer viví una experiencia desagradable no sólo por ver el balneario asqueroso, sucio, derruido en sus techos, abandonado, cuando disfruté allí de momentos inolvidables. Mi sensación fue negativa cuando me pregunté qué va a suceder ahora. Hace casi ocho años, cuando mi profesión periodística me hacía escudriñar diariamente los despachos de los políticos del Ayuntamiento gaditano en busca de noticias exclusivas para el medio en el que trabajaba, mantuve una prolongada conversación con la alcaldesa Teófila Martínez sobre aquel balneario que, no se olvide, se sitúa en término municipal capitalino. Por entonces me comentaba que no descartaba recuperar la zona para la ciudad, y parecía enterada de lo que ya comenzaba a ser un declive de la presencia militar en aquella característica localización.
En una provincia necesitada de equipamientos turísticos, reflexiono al respecto y me pregunto si no ha llegado la hora de negociar con Defensa, recuperar aquello en sus tres cuartas partes -la torre militar seguiría desempeñando su labor obviamente, pero es una mínima parte de todo el terreno allí existente- y habilitar un complejo hotelero con aparcamiento, piscinas, acceso a la playa, adecuado a las características del lugar, llamémosle si es necesario 'con encanto' y generar riqueza en Torregorda. De lo contrario, volveremos a asistir a un declive de algo que todos criticábamos pero que no somos capaces de sustituir por un proyecto reactivador de la economía tan maltrecha que tenemos. Y lo que tenemos es precisamente una zona costera que aún desconoce lo que puede rentabilizar sus paisajes naturales en armonía con las iniciativas humanas en materia de turismo.
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