Anoche asistí al concierto de Miguel Poveda en la plaza de toros de San Fernando. Fui a fotografiarle para subir la noticia y las imágenes a la web de SAN FERNANDO COFRADE. Tras escuchar varias canciones del repertorio, salí dispuesto a continuar usando la Nikon D3000. Tenía ganas y recordé el paraje del Faro de Trafalgar, a escasos metros de Los Caños de Meca. Jamás había subido hasta la pequeña colina de aquel cíclope a las doce de la noche, así que pillé el Megane, mis cds de Sabina y Serrat y tiré millas tras cargar el trípode en el maletero.
Fueron dos horas maravillosas y del álbum de fotos os ofrezco esta de hoy. El resto las subiré al facebook en próximas horas. Parece estar captada apenas llegada la noche, pero está hecha sobre la una y media de la madrugada. Veinticinco segundos de exposición entre otros detalles y objetivos y salió una imagen que me gusta por lo que transmite a a los ojos de quien la visiona.
Regresé caminando por la playa gracias a la viva luz que ofrecía la luna. Pasé por rincones olvidados, lugares a los que no todos llegan a pesar de la masificación de la zona, y al fondo de la cuña océana penetrando en la arena, las titilantes luces de Los Caños. Regresé pasadas las tres de la madrugada. No son horas, lo admito. Si no sois ejemplo de locura como yo, os recomiendo un lugar bajo el faro, una piedra que como mascarón de proa sirve para ir delante del mundo, navegando sobre el aire y sobre el mar, un poco antes de las nueve de la noche. A la derecha veréis morir el sol y a la izquierda salir la luna. La noche y el día, al alcance de tus brazos extendidos. Con qué poco soy feliz, coño...
jueves, 26 de agosto de 2010
viernes, 13 de agosto de 2010
El balneario de Torregorda ya no existe. ¿Y ahora qué?
El balneario de Torregorda, en el término municipal de Cádiz aunque estrechamente relacionado con San Fernando, ha dejado de existir. El año pasado por estas fechas escribía sobre las sensaciones que me causaba regresar al menos un par de veces cada verano al lugar donde durante los años de mi adolescencia me daba mis chapuzones, jugaba al fútbol con mis amigos de la época, íbamos andando hasta aquella playa y nos zafábamos de los controles militares de la entrada y en el interior.
Hace ya algunos años que la Armada decidió ceder la explotación del bar restaurante del balneario a una empresa privada, pero este verano ya no está abierto. Desconozco si Defensa no lo ha permitido, si ya no se vendían hamburguesas, raciones y cervezas y no era rentable, o simplemente, se trata de la crónica de un muerte anunciada desde que comenzó el ocaso del poder militar en esa franja del litoral, los altos mandos desmontaron sus casetas, las leyes medioambientales dejaron claro que la playa es de todos y en resumidas cuentas, Torregorda se convirtió en un símbolo más del declive de lo castrense en la zona.
Signo de los tiempos, es indefectible. Y así debe ser. Pero esa decadencia de conceptos ya caducos en muchos aspectos -hoy resulta inconcebible que te reclamen una tarjeta militar por el mero hecho de pasear por una orilla de playa- debe dar paso a iniciativas que permitan extraer los recursos que nos pueden prestar esos enclaves. Anteayer viví una experiencia desagradable no sólo por ver el balneario asqueroso, sucio, derruido en sus techos, abandonado, cuando disfruté allí de momentos inolvidables. Mi sensación fue negativa cuando me pregunté qué va a suceder ahora. Hace casi ocho años, cuando mi profesión periodística me hacía escudriñar diariamente los despachos de los políticos del Ayuntamiento gaditano en busca de noticias exclusivas para el medio en el que trabajaba, mantuve una prolongada conversación con la alcaldesa Teófila Martínez sobre aquel balneario que, no se olvide, se sitúa en término municipal capitalino. Por entonces me comentaba que no descartaba recuperar la zona para la ciudad, y parecía enterada de lo que ya comenzaba a ser un declive de la presencia militar en aquella característica localización.
En una provincia necesitada de equipamientos turísticos, reflexiono al respecto y me pregunto si no ha llegado la hora de negociar con Defensa, recuperar aquello en sus tres cuartas partes -la torre militar seguiría desempeñando su labor obviamente, pero es una mínima parte de todo el terreno allí existente- y habilitar un complejo hotelero con aparcamiento, piscinas, acceso a la playa, adecuado a las características del lugar, llamémosle si es necesario 'con encanto' y generar riqueza en Torregorda. De lo contrario, volveremos a asistir a un declive de algo que todos criticábamos pero que no somos capaces de sustituir por un proyecto reactivador de la economía tan maltrecha que tenemos. Y lo que tenemos es precisamente una zona costera que aún desconoce lo que puede rentabilizar sus paisajes naturales en armonía con las iniciativas humanas en materia de turismo.
Hace ya algunos años que la Armada decidió ceder la explotación del bar restaurante del balneario a una empresa privada, pero este verano ya no está abierto. Desconozco si Defensa no lo ha permitido, si ya no se vendían hamburguesas, raciones y cervezas y no era rentable, o simplemente, se trata de la crónica de un muerte anunciada desde que comenzó el ocaso del poder militar en esa franja del litoral, los altos mandos desmontaron sus casetas, las leyes medioambientales dejaron claro que la playa es de todos y en resumidas cuentas, Torregorda se convirtió en un símbolo más del declive de lo castrense en la zona.
Signo de los tiempos, es indefectible. Y así debe ser. Pero esa decadencia de conceptos ya caducos en muchos aspectos -hoy resulta inconcebible que te reclamen una tarjeta militar por el mero hecho de pasear por una orilla de playa- debe dar paso a iniciativas que permitan extraer los recursos que nos pueden prestar esos enclaves. Anteayer viví una experiencia desagradable no sólo por ver el balneario asqueroso, sucio, derruido en sus techos, abandonado, cuando disfruté allí de momentos inolvidables. Mi sensación fue negativa cuando me pregunté qué va a suceder ahora. Hace casi ocho años, cuando mi profesión periodística me hacía escudriñar diariamente los despachos de los políticos del Ayuntamiento gaditano en busca de noticias exclusivas para el medio en el que trabajaba, mantuve una prolongada conversación con la alcaldesa Teófila Martínez sobre aquel balneario que, no se olvide, se sitúa en término municipal capitalino. Por entonces me comentaba que no descartaba recuperar la zona para la ciudad, y parecía enterada de lo que ya comenzaba a ser un declive de la presencia militar en aquella característica localización.
En una provincia necesitada de equipamientos turísticos, reflexiono al respecto y me pregunto si no ha llegado la hora de negociar con Defensa, recuperar aquello en sus tres cuartas partes -la torre militar seguiría desempeñando su labor obviamente, pero es una mínima parte de todo el terreno allí existente- y habilitar un complejo hotelero con aparcamiento, piscinas, acceso a la playa, adecuado a las características del lugar, llamémosle si es necesario 'con encanto' y generar riqueza en Torregorda. De lo contrario, volveremos a asistir a un declive de algo que todos criticábamos pero que no somos capaces de sustituir por un proyecto reactivador de la economía tan maltrecha que tenemos. Y lo que tenemos es precisamente una zona costera que aún desconoce lo que puede rentabilizar sus paisajes naturales en armonía con las iniciativas humanas en materia de turismo.
viernes, 6 de agosto de 2010
'Invictus' en San Fernando en la 'Noche blanca'
Este sábado 7 de agosto se proyecta 'Invictus', la última película de Clint Eastwood, en el Centro de Congresos de San Fernando. El Ayuntamiento de la localidad gaditana ha organizado lo que viene a denominarse una 'Noche blanca', en la que permanecerán abiertos museos, teatros, centros culturales, etc. hasta altas horas de la madrugada, tendrán lugar conciertos de diversos estilos musicales en diversos puntos de la ciudad al aire libre y se ha tenido la feliz y acertada idea de recuperar las proyecciones cinematográficas veraniegas que tanto éxito obtuvieron hace algunos años. En esta ocasión se ofrece en un lugar que esta mañana, realizando la prueba de imagen y sonido, me trajo recuerdos gratísimos de mi niñez y juventud. Ese edificio congresual fue en su día el añorado Cine Almirante, y en la sala donde hemos proyectado unos minutos del filme protagonizado por Morgan Freeman hemos visionado cientos de películas hasta que la empresa de José Luis Ballester decidió cerrarlo a principios de la década de los noventa. Ahora es un extraordinario edificio domotizado, pero el auditorio principal tiene la misma forma que aquel cine. Y viendo una pelicula en la pantalla, la primera que se proyecta desde que el centro fue inaugurado como punto neurálgico congresual en el corazón de la ciudad, me han venido a la mente tantas y tantas cintas vistas allí.
La película se proyecta a la una de la madrugada. Os la recomiendo enfervorizadamente, en especial para los amantes de Clint Eastwood como director. Dos nominaciones a los Oscar y un historia real sobre la superación del 'apartheid' en Sudáfrica gracias al deporte. Freeman hace del presidente Nelson Mandela. Se ha querido proyectar un filme relacionado con los valores humanos, la igualdad y solidaridad y el ímpetu del pueblo, como elementos relacionados asimismo con el espíritu del Bicentenario de las Cortes de 1810 que se celebra en San Fernando este año. La entrada es gratuita. Y si antes quieres ambientarte con la música de cine, la Banda Municipal ofrece un concierto de bandas sonoras en el atrio del Ayuntamiento, a escasos metros del Centro de Congresos, con temas tan extraordinarios como 'Las trece rosas', 'Parque jurásico' o 'Silverado'. Será a las 23.45 horas.
La película se proyecta a la una de la madrugada. Os la recomiendo enfervorizadamente, en especial para los amantes de Clint Eastwood como director. Dos nominaciones a los Oscar y un historia real sobre la superación del 'apartheid' en Sudáfrica gracias al deporte. Freeman hace del presidente Nelson Mandela. Se ha querido proyectar un filme relacionado con los valores humanos, la igualdad y solidaridad y el ímpetu del pueblo, como elementos relacionados asimismo con el espíritu del Bicentenario de las Cortes de 1810 que se celebra en San Fernando este año. La entrada es gratuita. Y si antes quieres ambientarte con la música de cine, la Banda Municipal ofrece un concierto de bandas sonoras en el atrio del Ayuntamiento, a escasos metros del Centro de Congresos, con temas tan extraordinarios como 'Las trece rosas', 'Parque jurásico' o 'Silverado'. Será a las 23.45 horas.
jueves, 5 de agosto de 2010
Días torcidos
Hay días que suceden cosas inexplicables y surgen preguntas que no tienen respuesta. Entonces más vale que las horas transcurran rápidas y ya mañana... aparecerán otros interrogantes que tampoco sabrá nadie contestar. Porque, veamos,... Llevas unas fotos en un lápiz óptico a que una maquinita automática te las imprima en Carrefour, que cierra a las diez de la noche, y cuando vas a darle al aparatito, está apagado.
-"Oiga, ¿la máquina de fotos...?"
-"No, es que se apaga a las diez menos cuarto".
-"Ah, entonces ustedes cierran a las diez menos cuarto".
-"No, no, a las diez".
-"¿Pero no me está diciendo que la máquina se apaga a menos cuarto?".
-"Sí, pero el local se cierra a las diez".
-"¿Y no ponen ustedes un cartel advirtiendo de que la máquina se apaga antes?"
-"No, es que cerramos a las diez...".
Y así sucesivamente. Conversación de besugos, de manera que ya saben. Si quieren sacar algunas fotos de la maquinita del Carrefour, caso omiso al horario porque un cuarto de hora antes te la fulminan.
Es como ir al banco y tratar de pagar en un ingresador. Jamas creí que pudiera fallar un mecanismo para darle dinero a un banco, eso es lo último para sus intereses que puede joderse del sistema informático o como queramos llamarlo que controla todo eso de organizar los cuartos de una entidad financiera. Pues falla. Y tanto. Media mañana por lo menos, calculé yo.
Después vas a entregar un pantalón a la lavandería rápida (je) de otro centro comercial para una boda este sábado. Lo llevas el martes, pero te dicen que hasta el jueves de la siguiente semana no puedes recogerlo sin la pamplina de mancha que tiene en un pernil, fruto de una gamba rebozada saltarina en un acto reciente. Es decir, que para lavar un pantalón, diez días. Y eso que es tintorería rápida. He cambiado de traje para el casorio de la pareja que ha tenido la gentileza de invitarme.
Lo mejor es que, después de ir al edificio de Hacienda en Cádiz para recoger un certificado de estar al corriente de pago con ellos y hacerlo dos veces por un error de la administración, se te quede el coche tirado porque la batería ha ido por tabaco. En Renault dicen que un coche con capota es que chupa mucha energía si la quito algunas veces y esas cosas. O sea, que el (carísimo) coche, ese que me tiene con el agua al cuello unos añitos, es la repolla de vacilón y bonito, pero la batería es como para un Mini Morris. Pregunto en mi ignorancia si es que no se hacen baterías potentes para estos coches y así evitamos mi cara de gilipollas esperando una grúa. Pero no, no hay respuesta convincente.
Para completar la jornada, creo que ya encontré el motivo por el que Orange te regala un Nokia no recuerdo ahora el modelo exacto, con cámara de 5 megapixels y todo lo que quieran vendernos, por el simple hecho de cambiarte de compañía. Yo lo hice en marzo pasado, dejé Movistar tras muchos años y me fui a los naranjas. Y como decía, ya sé porqué regalan un terminal: resulta una auténtica mierda y la pantalla se ha ido también a comprar tabaco. No veo nada, ni puedo llamar, ni ver quién me telefonea, ni manejar el menú,... Y no me he bañado en la playa con el móvil encima, que conste.
A ver mañana qué toca, porque insisto: hay días en los que la humanidad se levanta torcida.
-"Oiga, ¿la máquina de fotos...?"
-"No, es que se apaga a las diez menos cuarto".
-"Ah, entonces ustedes cierran a las diez menos cuarto".
-"No, no, a las diez".
-"¿Pero no me está diciendo que la máquina se apaga a menos cuarto?".
-"Sí, pero el local se cierra a las diez".
-"¿Y no ponen ustedes un cartel advirtiendo de que la máquina se apaga antes?"
-"No, es que cerramos a las diez...".
Y así sucesivamente. Conversación de besugos, de manera que ya saben. Si quieren sacar algunas fotos de la maquinita del Carrefour, caso omiso al horario porque un cuarto de hora antes te la fulminan.
Es como ir al banco y tratar de pagar en un ingresador. Jamas creí que pudiera fallar un mecanismo para darle dinero a un banco, eso es lo último para sus intereses que puede joderse del sistema informático o como queramos llamarlo que controla todo eso de organizar los cuartos de una entidad financiera. Pues falla. Y tanto. Media mañana por lo menos, calculé yo.
Después vas a entregar un pantalón a la lavandería rápida (je) de otro centro comercial para una boda este sábado. Lo llevas el martes, pero te dicen que hasta el jueves de la siguiente semana no puedes recogerlo sin la pamplina de mancha que tiene en un pernil, fruto de una gamba rebozada saltarina en un acto reciente. Es decir, que para lavar un pantalón, diez días. Y eso que es tintorería rápida. He cambiado de traje para el casorio de la pareja que ha tenido la gentileza de invitarme.
Lo mejor es que, después de ir al edificio de Hacienda en Cádiz para recoger un certificado de estar al corriente de pago con ellos y hacerlo dos veces por un error de la administración, se te quede el coche tirado porque la batería ha ido por tabaco. En Renault dicen que un coche con capota es que chupa mucha energía si la quito algunas veces y esas cosas. O sea, que el (carísimo) coche, ese que me tiene con el agua al cuello unos añitos, es la repolla de vacilón y bonito, pero la batería es como para un Mini Morris. Pregunto en mi ignorancia si es que no se hacen baterías potentes para estos coches y así evitamos mi cara de gilipollas esperando una grúa. Pero no, no hay respuesta convincente.
Para completar la jornada, creo que ya encontré el motivo por el que Orange te regala un Nokia no recuerdo ahora el modelo exacto, con cámara de 5 megapixels y todo lo que quieran vendernos, por el simple hecho de cambiarte de compañía. Yo lo hice en marzo pasado, dejé Movistar tras muchos años y me fui a los naranjas. Y como decía, ya sé porqué regalan un terminal: resulta una auténtica mierda y la pantalla se ha ido también a comprar tabaco. No veo nada, ni puedo llamar, ni ver quién me telefonea, ni manejar el menú,... Y no me he bañado en la playa con el móvil encima, que conste.
A ver mañana qué toca, porque insisto: hay días en los que la humanidad se levanta torcida.
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