...Primero quise escribir sobre la prensa, pero pensé que vendrían por mí cuando los necesitara o que me darían de lado cuando me interesara tener protección. Así que me apunté y asistí a fiestas absurdas llenas de cargos públicos en lugar de periodistas aguerridos y anónimos necesitados de compartir sus inquietudes con sus compañeros y tomar decisiones de verdad.
Después quise escribir sobre los políticos, pero creí que señalándolos no tendría opciones de lograr algunas migajas en el lícito reparto de trabajos de encargo, de promocionar mis iniciativas, de contar con apoyo institucional,…
Opté entonces por escribir sobre la religión, los curas, las cofradías, pero me percaté de que me mantengo gracias a los que compran mi periódico y los que no lo hacen son clientes potenciales.
Creí que lo mejor era escribir sobre los bancos y su culpabilidad sobre la actual situación económica, de sus cajeros de mierda sin funcionar y la mitad de sus ventanillas cerradas ante colas de horas, de sus amenazas por carta, de su violación de la intimidad machacándote telefónicamente,… pero pensé que quizás necesite alguna vez un préstamo o tenga que recurrir a una segunda hipoteca y recuerden mis iniciales.
Me vi capacitado para aprovechar la oportunidad de desenmascarar a los que trataron de hacerme daño profesionalmente aun siendo unos mierdas de toda la vida, pero para mí están muertos. Y hablar de muertos no sirve de nada. Me quedé pensando, casi convencido, en la posibilidad de señalar a algunos que creo son amigos por darles vidilla a los muertos y con ello cometer la injusticia de tratar por igual a los desiguales, de no distinguir a los que al menos hemos intentado ser legales de los otros, los perros. Pero resucitaría indirectamente a los muertos de antes y les daría protagonismo. Y me dije “sus muertos…”. Después volví a guardar silencio. O los dedos en los bolsillos para evitar teclear lo que sale de mi mente.
Cuando abrí el facebook me encontré con una invitación para ser mi amigo de un ex compañero que, hace años y tras recibir la patada en el trabajo, ni siquiera tuvo el detalle de telefonearme en los doce meses que empleé en comenzar a levantar cabeza. Después tampoco lo ha hecho. Y currando conmigo lo protegí y le subieron el sueldo 200 euros por mi insistencia. Evidentemente, eso no es un amigo, ni en la red ni en el mundo real. Pero si no lo agregaba, podía hablar mal de mí ante otros que tengo en el círculo amistoso de la red social, haciéndose el víctima. Así que lo adscribí como amigo. Desde entonces le mando abrazos virtuales entre emotivos recuerdos -para que no se diga- en comentarios a la vista de todos y lo felicito efusivamente por su cumpleaños o por tener un nuevo sobrino.
Iba a decidirme por entrar precisamente en la red para leer las noticias de los periódicos y escribir como uno más en los comentarios de los lectores sobre las informaciones más visitadas. Leí la subida del desempleo, los años de espera para que una ciudad y capital turística tenga un hotel de cinco estrellas, la presentación de un buen libro un viernes por la tarde o la posibilidad de que en mi provincia se instale una exposición itinerante de Sorolla. Pero ví que nadie comentaba estos temas y sin embargo se contaban por decenas las opiniones anónimas o con seudónimos grotescos sobre la gran tragedia para nuestras vidas que supone que el Cádiz CF pierda partidos de fútbol, pesados (y sobre todo pesadas) hablando de la comparsa Los Santos y el enorme problema de que actúen en verano en un pueblo costero, de cantantes con cara de enganchaos y música cutre y lo crucial de que ofrezca un concierto lo más cerca posible de donde viven montones de niñatas que con su edad creen poder pontificar sobre todo o no ven más allá de un asqueroso concierto. Así que me registré con nombre falso, me puse de nick ‘caletibueno’ y escribí que volviera Irigoyen desde el cielo y Ricardo Ibáñez desde su retiro, "que esos sí que sentían los colores", que me parto el pecho con Antonio Martín y las mojarras del Puente Canal y que mi vida cambió para siempre cuando me hice una foto con La Húngara para colgarla en el fotolog, que es al blogger como la damas al ajedrez.
Entonces me dí cuenta, tras toda una jornada reflexionando sobre las cosas de la vida, que soy un hombre feliz, adaptado a los tiempos actuales, y sobre todo listo y astuto. Porque todo el mundo me quiere y no me meto en ná.
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