Me creía curado de espanto con decisiones esperpénticas, como aquello de otorgarle el Príncipe de Asturias a Woody Allen o este pasado año proponer nada menos que a tres grandes de la música de cine (John Williams, John Barry y Ennio Morricone) en una sola candidatura, como si no pudieran aspirar al galardón individualmente. O premios literarios más cercanos, de andar por casa, con jurados coincidentes en apellidos de ganadores. Pero la sabiduría popular jamás se equivoca y conviene recordar aquello de que siempre pueden salir peor las cosas o elevar tu nivel a la hora de no comprender determinadas decisiones.
Hoy han anunciado que el Premio Nobel de la Paz es para Barak Obama. Si fuera otro, adjuntaría a su nombre el cargo que ostenta. No es necesario. El comité noruego (no sueco como dicen, aunque a nosotros nos parecen igualitos) que determina la concesión del premio más prestigioso del mundo puede elegir a quien le venga en gana, eso no lo vamos a discutir, porque para eso lo concede una institución privada. Otros lópez son las subvenciones públicas, cajas B y ayuditas consuetudinarias, casi hechas ley, que puedan recibir este tipo de iniciativas. Lo que resulta obvio es que el carácter privado del galardón ha trascendido en importancia durante todas estas décadas y hoy día es punto de referencia mundial. Por eso la frase "por mis cojones porque lo pago yo" no vale en este caso.
Y estos tipos van y se lo dan a Obama. Sin ripios literarios lo digo: mi más absoluta oposición y rechazo a esta decisión, sin paños calientes. Concederle al presidente estadounidense el premio es un golpe de marketing para ellos, porque la ceremonia de entrega se convertirá en una de las imágenes más seguidas en televisión en el mundo y quedará para la historia. Dejo para los entendidos las posibles prebendas de otra índole -incluidas las económicas- que, desconozco, pueda suponer beneficios para los organizadores del cotarro. Pero es tan proporcional la parafernalia como el desprestigio causado por esta decisión.
El Nobel de la Paz será tomado en serio cuando se le conceda a luchador@s fuera del 'stablishment' o gente lo suficientemente curtida en él como para haber demostrado su verdadera lucha por él equilibrio mundial. Es un craso error conceder el Nobel por declaraciones de intenciones, que no deja de ser lo que hasta el momento ha lanzado Obama en los círculos mundiales; porque un premio de este peso no se concede por oratoria bienintencionada, reservada para galardones menores. ¿Se le concede un Nobel de la Medicina a un médico que asegura estar a punto de encontrar un remedio contra el cáncer?
¿Algún defensor del premio a Obama va a salir ahora con la cantinela de que el presidente de Estados Unidos es el máximo exponente del entendimiento de las razas humanas por el mero hecho de ser mestizo? ¿A estas alturas con esas, cuando se supone que debemos tener superado el color de la piel a la hora de elegir a nuestros líderes? ¿Discurso manido de razas, traumas del medievo del siglo pasado, racismo en la sombra a este nivel, con lo que 'vende' un gobernante de color a estas alturas y lo que a él y a Michelle le gusta venderlo, véase la fallida y torpe campaña promocional de Chicago como sede olímpica y el discursito de la consorte?
Tecnicismos aparte,... Me importa tres rábanos con bicho dentro el Premio Nobel, pero me siento impotente cuando galardones de esta categoría se le conceden a estadistas a los que estoy esperando que se decidan claramente por un discurso a favor de los derechos de los palestinos, problema en el que aún no ha dicho 'esta boca es mía'. En sus manos, y quemándole, tiene el desastre de Afganistán, y en menor medida pero relevante, conviene recordar sus vacaciones estivales, hace apenas varios meses, a cuerpo de rey, con un inmoral derroche de placeres, mientras el país y sus satélites estábamos sumidos en una crisis precisamente parida en Estados Unidos.
Ni sus propios asesores se lo creían. Hoy se lo comunicaban y pensaron que se trataba de una pesada broma de las emisoras del país. De ahí que transcurrieran horas hasta que Obama habló de la concesión del galardón. Ello refleja un claro indicio de que nadie da crédito a esta decisión. Ni el propio monstruo que la sociedad está creando, con dos víctimas: el mundo y el propio Obama. Aún está a tiempo de declinar, amablemente, la recepción del premio.
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