Gordos es como Sexo en Nueva York pero a la española. Partiendo de situaciones teóricamente reales, de filias y fobias, se manierizan los acontecimientos hasta hacerlos escasamente creíbles. Divierten y enganchan como una serie televisiva disparatada, pero no trasciende de ese nimio logro. Quizá ese pueda ser su éxito a la hora de competir con la película de Trueba para aspirar a ser la representante de España en los Oscar 2010 o con la cosa esa de Isabel Coixet, que está rodada el 60% en japonés y el 40% en inglés y algunos quieren que vaya a Hollywood como exponente del cine patrio. Manda cojones. Además, con lo pedantísimo que es todo lo que hace la Coixet...
Al filme de Sánchez Arévalo le cuesta arrancar y cuando lo hace es coincidentemente al comenzar a exagerar las situaciones. ¿Es una seria reflexión sobre los efectos de las curvas en el ser humano? ¿Es una comedia casposa y con el sexo como indefectible y cansino patente de corso del cine español? Quizá sea ambas cosas, con lo que ello provoca de irregularidad en su metraje. Con un atractivo crisol de situaciones, su autor tiende al frikismo más divertido pero de gran lastre para la dignidad de la película -la historia de la estudiante obesa con su hermano y sus padres con una ridícula investigación de ADN es un ejemplo de ello- hasta momentos brillantes con Verónica Sánchez y Roberto Enríquez -no exentos de la exageración que rodea al filme-, que le sirven al espectador para sentir una lograda incomodidad sobre sus secretos de pareja cuando se intenta vivir tras esfumarse la atracción física. Temazo para tratarlo seriamente un Ingmar Bergman de nuestros tiempos (¿existe?) o el gran Eric Rohmer.
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