
Al filme de Sánchez Arévalo le cuesta arrancar y cuando lo hace es coincidentemente al comenzar a exagerar las situaciones. ¿Es una seria reflexión sobre los efectos de las curvas en el ser humano? ¿Es una comedia casposa y con el sexo como indefectible y cansino patente de corso del cine español? Quizá sea ambas cosas, con lo que ello provoca de irregularidad en su metraje. Con un atractivo crisol de situaciones, su autor tiende al frikismo más divertido pero de gran lastre para la dignidad de la película -la historia de la estudiante obesa con su hermano y sus padres con una ridícula investigación de ADN es un ejemplo de ello- hasta momentos brillantes con Verónica Sánchez y Roberto Enríquez -no exentos de la exageración que rodea al filme-, que le sirven al espectador para sentir una lograda incomodidad sobre sus secretos de pareja cuando se intenta vivir tras esfumarse la atracción física. Temazo para tratarlo seriamente un Ingmar Bergman de nuestros tiempos (¿existe?) o el gran Eric Rohmer.
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