El viernes me invitaron a la conferencia que ofreció Julio Anguita en la Facultad de Filosofía y Letras, dentro de los actos organizados por Izquierda Unida en una semana en la que en numerosas poblaciones españolas se ha analizado política y socialmente lo sucedido en la II República Española, que vio la luz el 14 de abril de 1931.
Anguita siempre ha sido un tipo interesante y, a pesar de mostrarse alarmantemente envejecido, sus palabras resultan dignas de mantener un debate político de altura de los que hoy día adolecen muchas de las discusiones entre líderes y cargos más jóvenes que él. En su día escribí en Arroz amargo sobre lo que Julio Anguita asevera respecto a la Monarquía y lo hice cuando José Antonio Barroso comenzó a bramar contra el rey Juan Carlos (http://arrozamargo.blogspot.com/2008/04/la-repblica-desprestigiada.html), algo nada nuevo bajo el sol cuando además muchas de las cosas que dice el alcalde de Puerto Real están escritas en libros que la Justicia ni el poder político secuestran ni sus autores son llamados al orden en la Audiencia Nacional. Debe ser cosa de que, como en este país no se lee, ya pueden incluir los libros los disparates o las incorrecciones políticas más insospechadas que da igual porque los libros no constituyen correa de transmisión para el ciudadano.
Casi trescientas personas asistieron a las dos horas y pico de Charla de Anguita, entre ellos republicanos de toda la vida, curiosos, estudiantes e ilustres docentes, como Alberto Ramos Santana, republicano convencido. A mí Anguita no me tiene que convencer de nada a estas alturas, y menos cuando insiste en afirmar que la República no consiste en darle un billete al monarca actual para mandarlo al exilio y cambiarlo por un presidente aun siendo elegido por las urnas. La República es mucho más que eso, asevera. Y lleva razón. Alcanzado un acuerdo en este sentido, lo que me parece un enorme error y una incongruencia es que el ex líder del PCE alerte sobre los "numerosos errores" sucedidos en la II República y la necesidad de no cometerlos en una tercera y sin embargo, sus colegas de formación reciban a los asistentes a la conferencia con una apabullante decoración de banderas tricolores e himnos trasnochados. En una sociedad a la que hay que llevar el mensaje prestándole una relevante importancia a las formas y la estética, no es comprensible que hablemos de República y lo hagamos relacionándola exclusivamente con la simbología de una II República a la que, precisamente, Anguita criticó con dureza, entre otros factores por la salida de madre de su anticlericalismo. Hubo una I República, de corta duración, en la que la bandera de España no era tricolor, y si los republicanos quieren calar en la sociedad española, debe abandonar simbología accesoria y que recuerdan tiempos convulsos. ¿Acaso no se puede ser republicano y defender la bandera roja y gualda con su escudo republicano como sucedió en la I República? Los izquierdistas de IU y el PCE están cometiendo una torpeza porque ahora es crucial llegar a la sociedad desprendidos de colores y canciones manidas, polémicas y manchadas de sangre, menos que la que se vertió por culpa del águila de San Juan y el lema 'una, grande y libre' pero rezumante de recelo y temor en los españoles. Si el propio Anguita habla de su 'nueva República' bien haría su formación en olvidar la simbología del periodo 1931-1936 porque hay mucho republicanismo y bueno más allá de una época en la que sus propios y carismáticos líderes admiten errores de bulto a la hora de defenderla. El pastel no sólo debe estar apetitoso, sino que su aspecto también debe invitar a hincarle el diente. Y esa asignatura parece que no quieren aprenderla en IU ni en el PCE.
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