Doce días para la llegada de la Semana Santa. Varios actos, generalmente acertados, preludian las jornadas de mayor actividad del año para los cofrades.
Quizás tengamos aún tiempo para reflexionar sobre lo que creo que es necesario construir entre todos para evitar que ocho siglos de devoción popular puedan peligrar. Es necesario hacer un llamamiento a los cofrades para que sus intenciones se centren en tres piedras angulares: la búsqueda de una madurez moral y ética de la que hoy se adolece, la adaptación a lo que nos demanda la sociedad actual y el compromiso formal e íntegro con las hermandades y hermanos con los que nos hemos comprometido.
La preparación del primero de los puntos es crucial, amén de lo que observamos. El saber estar, vivir la fe y trabajar por las cofradías calladamente han sido conceptos inversamente proporcionales, conforme han avanzado los años, al conocimiento de la orfebrería, la historia de los cortejos penitenciales y las nimiedades de la carga o la música procesional. Estos últimos elementos del folclore cofradiero se han convertido en el pan nuestro de cada día, punta de lanza de aficionados a las hermandades, de excursionistas espectadores, de cobardes agazapados tras grotestos seudónimos, de gente cuya notoriedad la alcanzan con la polémica porque carecen de madurez para pertenecer a un mundo necesitado de menos caras y más manos. No es lo mismo un aficionado a los toros que un torero, un socio de un club de fútbol a un futbolista, un amante de la pintura a un pintor,... La Semana Santa esta cayendo peligrosamente en manos de aficionados. Los motivos son muchos y variados y no es ahora el momento de analizarlos. Las listas para aspirar a ocupar cargos en las juntas de Gobierno de las hermandades están conformadas en numerosas ocasiones por aficionados al incienso, al oropel y al costal o la almohada. Nada que reprochar a estas sublimes aportaciones para nuestros sentidos, pero no son elementos de primordial puntuación para formar parte de un selecto grupo de 14 personas que deben dirigir los destinos de las corporaciones nazarenas durante años. Miramos qué vida sentimental tienen algunos, incluso quiénes visitan las casas de otros cofrades, si son colegas de nuestros colegas y hasta algunos se sientan con los directores espirituales para ofrecerles informes de la vida personal de otros por un quítame allá una banda de un tipo u otro o un estilo de carga. Carajotadas cuando menos. Maldad e inquina a raudales.
La adaptación a la sociedad actual es un tema aún más preocupante que el anterior. No voy a hablar de la campaña de marras del niño junto al lince, que por cierto no es ibérico. Si en lugar de haberla puesto en marcha la Iglesia fuera una empresa, felicitaría a la mente pensante de la idea, porque de hecho ha triunfado y de ello se habla en todo el país, en un país, en una sociedad aplastantemente católica que también quiere carteles que la defienda de los empresarios sin escrúpulos que echan a la calle una mañana a padres de familia a través de sus sicarios mientras ellos revientan comiendo manjares en sus chalés costeros o reclaman ante los micrófonos abaratar el despido y aplicar recortes salariales. De jóvenes desesperados que no encuentran trabajo y el que le proporcionan es humillante, sin descansos ni vacaciones, sin cobertura social,... Una sociedad que espera ver a los obispos, párrocos, hermanos mayores, cofrades, miembros de las comunidades parroquiales en las manifestaciones de cigarreras, albañiles, tuberos, soldadores, periodistas,... Preguntado por la sangrante regulación de empleo de Altadis hace algunos años, el Hermano Mayor de la Hermandad de las Cigarreras de Sevilla comentó que la cofradía tendría ahora un problema motivo de preocupación "porque vamos a ser menos hermanos". ¿Era esa la contestación adecuada? ¿Fue al menos repugnantemente sincero? ¿Un obispo debe sancionar a alguien con tan insensibles actitudes o es el propio obispo de la Diócesis que corresponda el que también está pendiente exclusivamente de los óbolos?
Por último, invito a los cofrades, y especialmente a los miembros de juntas de Gobierno, a cumplir con sus compromisos adquiridos. Siempre he creído que, en todos los ámbitos de la vida, es necesario que cualquier institución, grupo, asociación, entidad e incluso asociación cultural o vecinal (y obviamente una hermandad) debe ser gestionada como una empresa. No me refiero al ámbito económico, sino al operativo y estratégico. En nuestros trabajos cumplimos unos horarios y deberes que nos otorgan unos derechos. En las mesas de Junta debe ser igual. El Hermano Mayor debe tener una Junta de Gobierno cumplidora, en la que sus componentes -y especialmente sus hermanos de Junta de Mesa- no conozcan la frase "lo dejaré para mañana", sinónimo de desgana y malhacer. Un cargo de este tipo es mucho más de lo que hoy se piensa a pesar de que entre todos lo hayamos degradado por los motivos anteriormente expuestos. No concibo la actitud de esos vocales que aparecen por su hermandad una vez cada tres meses, o no asisten a los actos organizados por su propia cofradía, no muestran interés por el día a día de la actualidad de su corporacion nazarena, cumplen con su insuficiente papel de aficionado a todo esto asistiendo a conciertos o ensayos de cuadrillas mientras a escasos kilómetros se desarrollan unos cultos de su hermandad o en fechas señaladas y mientras tiene lugar una solemne función engullen unas cervezas en el bar de la esquina tras los golpes de pecho de un par de meses antes para ocupar un sillón, conseguido o no. Hay que permanecer en estado de guardia siempre. Y trabajar por tu hermandad todas las horas que te permiten tu trabajo y tu familia. Si no es así, no se entiende ese afán por formar parte del grupo rector, a no ser que exista la mera y espúrea intencion de figurar en las procesiones de gloria o de Corpus para tomar notoriedad como pobres ufanos de protagonismo.
Os dejo un modesto cartelito hecho en unos minutos basado en una fotografía que tomé el pasado domingo del Santísimo Cristo de la Vera Cruz de San Fernando, de cuya hermandad soy hermano.
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