Me siento timado. Y cuando sufro esa sensación, me cabreo. Y cuando me cabreo, le doy a las teclas prosaicamente. Nada de filigranas literarias ni ortodoxia crítica. Y lo de Benjamin Button me ha tocado las narices.
Stanley Kubrick sólo necesitó ochenta minutos para contarnos una historia de la Primera Guerra Mundial en la que sucedía algo grave en las trincheras, se celebraba un juicio, todo un pelotón de fusilamiento, conclusiones de personajes,... Todo eso en menos de una hora y media en Senderos de gloria. David Fincher, al que le admiré en la extraordinaria Seven, me ha hecho perder casi tres horas de mi vida al filmar el Forrest Gump del siglo XXI. Trece nominaciones a este muermo que se pasea por las pantallas insultando. En los Globos de Oro se estrelló y, aun sin haber visionado The Reader (estoy deseando hacerlo porque Stephen Daldry me encantó dirigiendo aquella obra maestra que fue Las horas), tengo toda la sensación de que apenas le caerá un par de ellos. Analicen las nominaciones, los premios otorgados hasta ahora y vean esta cosa tan mala para llegar a idénticas conclusiones a las mías.
Galardones aparte, lo de Benjamin Button es de juzgado de guardia. Lo que me indigna aún más es que en los últimos 25 minutos se trate de engañar al personal, en este caso con el método de imponer la sensiblería en cada fotograma, provocar la lágrima fácil y así hacer olvidar a la mitad de la sala lo innecesario de casi todo lo anterior y despertar a la otra mitad que dormita. Y ese método, que ya lo he visto en muchas películas falsas, me resulta detestable. Igual que intercalar escenas en blanco y negro al más puro estilo de Forrest Gump, pero en este caso en lugar de salir el Ku Klux Klan como al inicio del filme de Robert Zemeckis, colocarnos a un tipo al que le caen siete rayos. Lo único que me divertía algo durante la película. Por cierto, creo haber contado que faltan dos situaciones en las que este hombre salió chamuscado. Mecachis...
Para contarnos en imágenes el atropello que sufre la colega de Button nos tiene cinco minutos dándole vueltas a las circunstancias que rodean lo sucedido al más puro estilo de Amelie. Estaría ingenioso si, insisto, esto durara hora y media. Pero si a casi tres horas le añadimos ínfulas churriguerescas...
Un loco en una chatarra de barco se lía a tiros con un submarino (!) y lo hace explotar al colisionar con él. Con un submarino. Ya. me pregunto para qué puñetas me cuenta esto y esa improbabilidad.
Todo el mundo habla de Brad Pitt, pero Benjamin Button lo interpretan tres actores más. Por si alguien lo quiere tener en cuenta. Y el maquillaje para hacerlo igualito que Robert Redford está cojonudo, pero el envejecimiento de su madre (incompresiblemente nominada) y el de Kate Blanchett es para fusilar al maquillador. No obstante, se llevará el Oscar.
Para deleite de las chicas, váyanse preparando para ver al Pitt haciendo varios anuncios en el filme, entre ellos uno de gafas Ray Ban. O de Cortefiel. Para echar a los leones a la dirección artística.
Tampoco me entusiasma Alexander Desplat con su música. Estaba mejor en La joven de la perla y su pobreza es notoria. Hacerlo bonito es fácil. Pero construir una partitura argumental...
"Es un poquito lenta, ¿no?" dice un chaval a su pareja sentado delante mía cuando acaba. No, hijo, no. Es un coñazo de cojones.
Por cierto, una última curiosidad. ¿Tienen la buena costumbre (me temo que no) de ver los créditos? ¿Se han percatado de un tal Eric Roth en el guión adaptado? Casualmente...era el guionista de Forrest Gump y se llevó el Oscar en 1995. Por si alguno creía que veo fantasmas...
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