"Permítanme que les adelante que no voy a realizar una oda repleta de ripios y ditirambos; no voy, a estas alturas, a faltarles el respeto a ustedes y a mí mismo ofreciéndoles una pieza hueca presidida por los adjetivos y el manido encumbramiento llevado hasta el frenesí y repetido hasta la saciedad, devaluado hasta la miseria y que, en tantos casos, han conformado un compendio de la ramplonería; no voy a utilizar el latiguillo floreado para provocar el aplauso; no voy a hacer concesión a la galería; no voy a repetirles a ustedes lo que ya están hartos de oír". (...)
"Escasos resultan los valores que, a estas alturas, nos vinculan con nuestras raíces y abundantes los hechos, circunstancias y comportamientos que, cada vez, nos aproximan más al ámbito del espectáculo, del tipismo, de la tradición, de la herencia costumbrista y festiva de un pueblo, es decir, cada vez nos alejamos más y más del sentido puramente religioso y devocional para entrar de lleno en el terreno de lo cultural, en el campo del rico patrimonio de la cultura de un pueblo, el andaluz, que todo lo exterioriza, que a todo le imprime colorido, apasionamiento y grafismo.
Estamos en el filo de la navaja para caer a un lado y pasar de ser religiosidad popular a ser religiosidad populachera. Estamos en el filo de la navaja para que esta celebración se vea reducida simplemente a un desahogo de la sensibilidad y puede que hasta de la sensiblería. Es una apreciación personal, pero para nada me gusta que la conmemoración de los Misterios Pasionales -en La Isla o en cualquier parte del planeta- constituyan un atractivo de "interés turístico". Con todos mis respetos, y sin la menor duda acerca de la buena intención de aquellos que promueven tales iniciativas, lo que para algunos puede suponer una orgullosa satisfacción, para este mal creyente entra por los cuatro costados en aquello que supone "un desvío de lo tenido por justo y normal", cosa que el diccionario nombra como aberración. Da la impresión de que, no sólo su Pasión, sino que al propio Jesús, lo hemos transformado en un producto de consumo...". (...)
"¿Cuántos casos se han dado de la existencia de hermandades para deshermanar? En vuestra mente tendréis ahora más de uno de estos casos al escuchar mis palabras. Es la sublimación del contrasentido. Si no somos capaces de vivir en fraternidad bajo en nombre de Jesús, seremos unos magníficos organizadores de procesiones, algo así como una especie de comisión de fiestas de cada parroquia pero, en ningún caso, alcanzaremos la honrosa condición de cofrade. Es más, estaremos usando fraudulentamente el nombre de Jesús, el Cristo". (...)
"Sabemos mucho, muchísimo, de marchas, de autores de imágenes, de orfebres, de tallistas y de cortejos procesionales pero, cada vez, queda más alejada la figura de Cristo Jesús y todo lo que sus enseñanzas representan y que, también cada vez más, se van alejando de nuestras prácticas colectivas y de nuestros criterios individuales. ¿Por qué? Porque sobre lo primero hemos leído, coleccionado, asistido a actos determinados, hemos mostrado interés y curiosidad o, incluso, podríamos decir, nos hemos aficionado -¡ojo!, una cosa es la afición y otra la fe-, mientras que, en cuanto a lo segundo, apenas hemos profundizado, hemos investigado, hemos leído, discurrido, pensado y evolucionado; acaso, nos hemos quedado con el Jesús que nos convenía, aquel que nos resultaba cómodo, ese que lo limitamos a representar en una imagen de madera y que, para nada nos complica la vida, ese que colocamos con cuatro pernos encima del paso y que, tal vez, también, con cuatro pernos, los de la indolencia, la usencia de compromiso, el egoísmo y la intrascendencia, que hemos instalado en nuestra vida". (...)
"Está bien que, llegado el momento, suenen los tambores, las cornetas, todos los metales y la percusión; pero también tiene que sonar el ruido de la maquinaria de las fábricas que deben dar de comer a los trabajadores y a sus familias; está bien que el incienso humee ante los pasos y los altares pero, también, debe humear la actividad industrial para que nuestros jóvenes no desesperen ante un porvenir incierto o inexistente; está bien, muy bien, las oraciones, pero también las reivindicaciones y los posicionamientos que hoy día son obligación moral de todo aquel que se considere seguidor de Jesús y de sus verdaderas enseñanzas, de ese Evangelio de la justicia al que casi nunca se alude en aras, tal vez, de la excesiva mención a la caridad, virtud teologal muy necesaria, pero que, sin embargo, no es un compromiso. La justicia sí lo constituye". (...)
(José Carlos Fernández Moreno. Discurso conmemorativo 1957-2007 de la Hermandad de la Misericordia de San Fernando. Memorial de L años. La voz del cofrade como laico del siglo XXI)
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