Algún sinverguenza por desgracia electo se gasta un dineral público en hacer el hortera y tunear su coche, mientras otro emplea dos millones de euros en quítame allá un mueble del despacho y una lámpara del pasillo. Esta mañana, 190 diputados faltaban en sus escaños en la sesión del Congreso. Se supone que se debatía, como siempre en el hemiciclo, en mayor o menor medida de relevancia según el asunto, sobre el futuro de España, y conviene recordar que pagamos de nuestros bolsillos a los señores diputados para que se sienten a las nueve y media de la mañana en los mullidos asientos de la Carrera de San Jerónimo. Carod Rovira se gasta miles de euros en viajes oficiales nada más que en dietas de traslado, y eso que tiene coche oficial. Y mientras las fábricas de vehículos españoles imponen su expedientes de regulación de empleo a sus trabajadores, las administraciones públicas practican el catetismo comprando Volvos, Mercedes, Audis y BMW. Qué buen ejemplo sería que los parques móviles de las decenas de ministerios, centenares de autonomías, miles de cargos duplicados, estuvieran conformados por vehículos nacionales comprados por lotes para así dar ejemplo, promocionar unos coches iguales de óptimos que los que hacen en Alemania o en Corea y practicar una economía de protección nacional.
Y entre tanto ejemplo de perplejidad, el alcalde de Puerto Real, José Antonio Barroso, declara en la Audiencia Nacional ante el juez Grande Marlaska por decir del rey Juan Carlos que su existencia es producto de la crápula y aquello de los polvos con Bárbara Rey, la señora esa que cada vez que sale en la televisión todo el mundo dice "mira, la querida del Rey". Como si tal cosa y ahora vamos de escandalizados. País, que diría Forges.
Lo que me importará personalmente lo que diga Barroso a estas alturas... Ya reflexioné sobre ello en su momento, lo pueden leer en este blog buscando en el historial. Lo hice desde el punto de vista de lo inoportuno de sus palabras para prestigiar a los defensores de la república, que bastante padecen ya al ser arrinconados por los que tienen pleno derecho a creer que la monarquía es el mejor sistema, pero también por los inmovilistas y por las campaña mediáticas de televisiones como la estatal, que observando momentos de cierta debilidad en el sistema monárquico, bombardea a los televidentes con "programas humanos" dedicados a Juan Carlos, Sofía y su prole.
¿Por qué no habla claro Barroso? Lo hace cuando define al rey sin pelos en la lengua, pero no dice que este circo no lo ha montado él, sino que entra al trapo. Eso es porque le gusta este cachondeo, le pone muy bruto estas cosas que a los españoles nos hace despistarnos sobre lo que realmente nos debe ocupar ahora, y que no es otra cosa que expulsar de panorama político a tipos como Touriño o los últimos alcaldes detenidos por corrupción, además de saber dónde puñetas están los diputados a las nueve y media de la mañana cuando la propia ley deja claro que cualquier otra actividad resulta incompatible con el hecho de ser congresista. Barroso en la Audiencia, y los expedientes en cajas esperando en una esquina en los juzgados. Curiosa y triste paradoja la que alimentan algunos medios de comunicación, unos por razones oscuras, otros dedicándose a recordar que Barroso era más monárquico en sus gestos que Alfonso XII hace unos años, cuando quiso nombrar al monarca hijo adoptivo de Puerto Real. Por entonces se equivocó el prócer puertorrealeño. Ahora también, pero lo que me cuesta perdonarle, a él y a otros, es que nos distraigan de la que está cayendo para terminar perdiendo el tiempo.
Foto: El Mundo
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