
Y entre tanto ejemplo de perplejidad, el alcalde de Puerto Real, José Antonio Barroso, declara en la Audiencia Nacional ante el juez Grande Marlaska por decir del rey Juan Carlos que su existencia es producto de la crápula y aquello de los polvos con Bárbara Rey, la señora esa que cada vez que sale en la televisión todo el mundo dice "mira, la querida del Rey". Como si tal cosa y ahora vamos de escandalizados. País, que diría Forges.
Lo que me importará personalmente lo que diga Barroso a estas alturas... Ya reflexioné sobre ello en su momento, lo pueden leer en este blog buscando en el historial. Lo hice desde el punto de vista de lo inoportuno de sus palabras para prestigiar a los defensores de la república, que bastante padecen ya al ser arrinconados por los que tienen pleno derecho a creer que la monarquía es el mejor sistema, pero también por los inmovilistas y por las campaña mediáticas de televisiones como la estatal, que observando momentos de cierta debilidad en el sistema monárquico, bombardea a los televidentes con "programas humanos" dedicados a Juan Carlos, Sofía y su prole.
¿Por qué no habla claro Barroso? Lo hace cuando define al rey sin pelos en la lengua, pero no dice que este circo no lo ha montado él, sino que entra al trapo. Eso es porque le gusta este cachondeo, le pone muy bruto estas cosas que a los españoles nos hace despistarnos sobre lo que realmente nos debe ocupar ahora, y que no es otra cosa que expulsar de panorama político a tipos como Touriño o los últimos alcaldes detenidos por corrupción, además de saber dónde puñetas están los diputados a las nueve y media de la mañana cuando la propia ley deja claro que cualquier otra actividad resulta incompatible con el hecho de ser congresista. Barroso en la Audiencia, y los expedientes en cajas esperando en una esquina en los juzgados. Curiosa y triste paradoja la que alimentan algunos medios de comunicación, unos por razones oscuras, otros dedicándose a recordar que Barroso era más monárquico en sus gestos que Alfonso XII hace unos años, cuando quiso nombrar al monarca hijo adoptivo de Puerto Real. Por entonces se equivocó el prócer puertorrealeño. Ahora también, pero lo que me cuesta perdonarle, a él y a otros, es que nos distraigan de la que está cayendo para terminar perdiendo el tiempo.
Foto: El Mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario