
A Juan le mataron también a su padre en la guerra. Es lógico que, a pesar del paso del tiempo, quiera resarcir la memoria de sus progenitores, vejados y convertidos en anónimos despojos 'verbi gratia' de la locura fascista, empujados a unas fosas tan ciegas como los girasoles metafóricos de la película de José Luis Cuerda.
El día anterior, el martes, me sentí especialmente atraído por la historia de las quince mujeres que también fueron detenidas y humilladas por las calles de Grazalema antes de que las fusilaran y sus cuerpos lanzados al vacío, preludio de la tierra teñida de sangre trabajadora. En la localidad grazalemeña se han iniciado los trámites para exhumar la fosa donde se encuentran los restos de esas mujeres cuyos pecados fueron ser republicanas, mostrar su desprecio a la dictadura o, simplemente, estar ahí en el momento más inoportuno.
La documentación que tengo al respecto (teléfonos, apuntes, conocidos, libros,...) me apasiona y quiero acudir a las jornadas que en octubre se celebrarán en Grazalema sobre las exhumaciones de fosas comunes, que reunirá a expertos en derecho, medicina e historia los días 17 y 18, con visita incluida tras la conferencias a la zona de Los Alamillos, donde se encuentra la llamada Fosa de las mujeres.
Tengo unos días adecuados para digerir, analizar y reflexionar sobre Los girasoles ciegos, esa película académicamente perfecta, pulcrísimamente rodada, con una Maribel Verdú grandiosa y la extraordinaria música de Lucio Godoy. Lástima, tanto academicismo le aporta una frialdad que nos hace mantener una cierta distancia con lo que sucede en pantalla. Pero merece la pena pensar en la versión franquista del doctor Jeckyll y Mister Hyde que es el diácono Salvador, esa dualidad sumamente interesante entre el militar imperturbable y el aspirante a sacerdote tentado y titubeante.
Bela postagene!
ResponderEliminarGracias por compartirla con nosotros.