Me han llamado poderosamente la atención las lacónicas y diáfanas palabras del obispo de Málaga, Antonio Dorado Soto, sobre la acuciante crisis que padecemos (desaceleración económica eufemísticamente hablando) y sus causas. El que fuera principal pastor de la iglesia gaditana y ahora de la diócesis malagueña no habla de números intangibles a la hora de reflexionar sobre cuál es el origen del quebranto que padece el bolsillo del ciudadano, ni siquiera ahonda en motivos de "política internacional" (otro eufemismo para no decir claramente que lo de Irak, junto con otras perlas decididas por los tres aprendices de repartidores del mundo hace algunos años, han jodido la economía europea), sino que se acerca en su discurso a lo más real con lo que conviven los españoles, creyentes o no.
Por eso, al hablar de las causas de este estropicio económico, el obispo las dice bien clarito. Don Antonio mete los dedos en la llaga y me alegra profundamente ante una curia eclesiástica generalmente indolente con las sangrías que la sociedad padece. A los curas, tanto a los obispales como a los de pueblo, les interesa más mantener entretenidos a miles de descerebrados sacando procesiones conmemorativas y aficionados a las cofradías empozoñando el ambiente por rencores que unirnos a todos para dar el paso adelante y ponernos del lado de los que sufren, que son muchos y cada vez más a tenor de lo que está aconteciendo, y dar un tirón de orejas a tanto desmadre capillístico. Claro que eso puede acabar con 'la afición' no sólo a las procesiones, sino a la propia Iglesia. Y...¿quién va a pisar los templos entonces?
Por eso me parece muy positiva la actitud del obispo de Málaga, de la que deberíamos aprender los cristianos por dos motivos. El principal, su valentía y la exposición de su denuncia sin temores. El segundo, porque es un golpe de prestigio para una devaluada Iglesia, cada vez más proclive a permitir el boato pueril en la calle que concienciar a sus integrantes de que debemos arrimar el hombro ante tanta injusticia social.
Monseñor Dorado Soto denuncia que la realidad de la economía es actualmente muy escandalosa e indica que se están "destruyendo empresas y puestos de trabajo a un ritmo preocupante. Lo de menos es el nombre que demos a esta situación", ya que en opinión del responsable de la diócesis malagueña, "lo verdaderamente grave y doloroso" es que muchas personas y familias no pueden afrontar sus hipotecas o tienen dificultades para llegar a final de mes, en el caso de que “no hayan ido a engrosar las listas del paro”.
Para el obispo es el momento de dar la talla como gobernantes rigurosos, y de ver una clase política responsable y de unos sindicalistas serios", sin tener que esperar a que lleguen "tiempos de bonanza". También da un repaso a aquellos "afortunados", que tienen trabajo y vacaciones y que hablan del síndrome posvacacional, ya que numerosas personas carecen de un puesto laboral.
El obispo malagueño también arremete en su pastoral con lo beneficios de la empresas. Dorado considera "escandaloso" constatar los beneficios de algunas empresas importantes y "los sueldos que se estilan entre los altos cargos, incluso de la política".
En opinión de la autoridad eclesiástica, el carecer de un puesto de trabajo también tiene sus repercusiones en el ámbito familiar ya que repercute negativamente sobre ésta. Para el obispo el paro, no es ajeno “a los recientes accidentes laborales registrados con víctimas mortales".
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