Mamelucos y talibanes no temblaron a la hora de destruir obras de arte. Apéndices nasales de grandes efigies, entre otros atributos, quedaron arrancados de cuajo como los colosos fueron a dar con sus bloques de piedra en el suelo para siempre jamás. Ahora llega una nueva hornada de borricos pardos que no usan pico y pala (eso aún menos) para acabar con los cánones de belleza ideados por los creadores de nuestra civilización. Vayan preparando sus retinas porque lo armónico y elegante es ahora lo que prima en forma de mal gusto y grasa, así que aprovechen para ir este verano a Italia a pesar de la crisis y contemplen el David antes de que los horteras que marcan las nuevas tablas de la ley le apliquen el bombillo bicicletero a una de las orejas de la obra de Miguel Ángel y se muestre como ven a partir de ese luctuoso momento.
El triunfo de la Selección Española de fútbol sirvió para algo más que inculcar un coyuntural sentido patrio y hacernos los gallitos delante de los hooligans, tiffosi o cualquier grupo radical de otro país que brama a muerte a favor de las selecciones de sus naciones. Comprobé que ganar la Eurocopa sirve para que los bares hagan una caja más que apetecible en una noche de domingo, que las barracas se hinchen a vender pistachos o que ahora todo el mundo arrase las tiendas donde poder comprar banderas españolas corroídas por los ratones durante años, porque ya me dirán quién puñetas adquiría una bandera patria antes del domingo. ¿Para ponerla en el jardín como hacen los americanos? Aquí no hay vergeles, sino patios de vecinos en los que seguro que algún vecino hijoputa te la manga a los diez minutos de colocarla. Y para nada, sólo por el mero hecho de fastidiar, después la utiliza la madre para limpiar con Netol. Eso sí, algún amante de las procesiones sí compra insignias rojas y gualdas una vez al año para la procesión del Corpus. Menudo negocio el de Confecciones El Siglo, si tuviera que depender de vender banderas españolas...
Ganar la Eurocopa sirvió para un cachondeo que no se lo pensaba ni Luis Aragonés. Está bien salir de la monotonía diaria, que el pueblo se divierta con el despótico concepto ilustrado del pan y circo, que para eso la plebe está amargada, no puede pagar su hipoteca, su coche, subsiste explotada en el trabajo o los más jóvenes lo pasan mal estudiando todo el día.
Pero se la da circunstancia de que la mayoría de los que contemplo dando vueltas como posesos en la noche que ganamos la Eurocopa (título apropiado para una pretenciosa película) nos deja entrever algo a lo que tenemos que encontrar contestación: O esta sociedad está lleno de horteras que siguen al nuevo Miguel Ángel o sólo salen los angangos y canis a la calle.
Bienvenidos a la fiesta futbolera. Todos a la calle, con el mismo chándal comprado en Los Gitanos que también usan para dar una vuelta el sábado por la noche. Que no falte el cordón de oro y el anillo camaronero. La camiseta del hermano pequeño no le está bien, pero es lo mismo, las prominentes barrigas aparecen por las calles dejando ver ombligos peluseros y por encima de ellos los colores rojo con ribetes amarillos; a las espaldas todo un compendio de números y nombres.
Qué de gente fea, coño. Los hay feos, como yo, pero peor es estar contrahecho o sin acabar. Hay gente mal hecha y otros que parecen que no fueron terminados o se pasaron con el material. Qué de gritos ordinarios en los bares, que de niños pequeños herederos del más aberrante angangismo que ha invadido las ciudades y aprovechan estas oportunidades para hacerse ver más allá de lo que ya los sufrimos. Qué de churros tatuados en las rabadillas y tangas sobresaliendo por los chándals manchados de lamparones. Qué de tetas prominentes de niñas con rabillos de los ojos embadurnados de negro. Qué de hipopótamas escotadas y qué de enanos con colgantes berreando.
Debe ser problema mío, tendré conciencia de clase, aunque el pijerío me repugne igual que los horteras que saturan nuestra sociedad. Ahora los pijos han dado una vuelta de estilo. Pijos y derechas han guardado las corbatas en los cajones, lo que se lleva es chaqueta y camisa abiertita por arriba, nada de trozo de tela vertical colgando del pescuezo. Mariano Rajoy era el único que llevaba corbata en el congreso-teatro del PP, el resto tenían muy bien aprendido el nuevo método de modernización pepera y acercamiento al pueblo. Ya tienen solucionado el problema de la carestía de votos, de lejanía del pueblo: se denosta la corbata y santas pascuas. Algo así como Felipe González y su estratética y estudiada chaqueta de pana en tiempos más revueltos. Manda cojones.
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