Luis del Olmo entrevistaba esta mañana en Punto Radio al embajador de Israel en España, Raphael Shutz. El veterano periodista trató con ello de aportar a la audiencia información sobre la celebración del 60 aniversario de la constitución del Estado de Israel.
Creo que les resultará cansino que empiece a cargar las tintas contra la constitución de un país con unos más que discutibles métodos y la maquiavélica tutela que desde hace seis décadas ostenta Estados Unidos hacia la máquina política y económica hebrea. Lo especifico porque muchos analistas y prestigiosas firmas periodísticas y literarias, compatibilizadas con millones de anónimos ciudadanos del mundo, ya han manifestado lo que todos sabemos en innumerables foros y en los medios de comunicación imparciales en este sentido, y todo ello sin ningún tipo de resultados. Las reivindicaciones internacionales sobre el derecho de los palestinos a regularizar su situación en una tierra de la que fueron expulsados son aplastadas por la maquinaria internacional norteamericana y un mapa político en Oriente Próximo que muchos dan por hecho para toda la vida pero que, realmente, fue concebido precisamente hace sólo 60 años y como solución impositiva y urgente al amparo de los dictámenes e intereses de los Estados Unidos.
Sí quiero reparar en determinadas declaraciones de Shutz, sin exponer las conclusiones personales que extraje. Ustedes mismos pueden hacerse una composición de lugar, hechos y valorar la impunidad con la que se dicen estas palabras, la misma con la que George W. Bush visita Israel para darles la bendición política a su país satélite estratégico en una parte de un continente que indefectiblemente tendrá que cambiar su configuración política en el tiempo, le pese a Bush o a su sucesor. Al igual que era de esperar las alteraciones territoriales en el centro de Europa y los Balcanes, tras las componendas para salir al paso hechas al finalizar la Segunda Guerra Mundial. O la extinta URSS. Lo que sucede es que el problema de Israel va más allá de los intereses, que no eran pocos, latentes en los territorios eslavos.
A lo que íbamos. Luis del Olmo lanzó el órdago al embajador judío y le preguntó si alguna vez podremos ver a los palestinos celebrando la constitución de un estado como el hebreo. Encogiéndose verbalmente de hombros, Shutz señaló que sería posible, indicando no obstante que "hay quienes tienen que cambiar las señas de victimismo que llevan ostentando durante todos estos años. Sólo con un cambio de mentalidad podrán lograrlo". Primera perla.
Segunda joya. España debe aprender del preparado sistema de regadío y política de agua de Israel.
Vamos por partes. Existe una variedad de regiones climáticas dentro del país, que se caracteriza por enormes diferencias de pluviometría y así, por ejemplo, el promedio anual de lluvia en el norte del país fluctúa entre 700-800 mm, mientras que en el centro es de 400-600 y en el sur sólo llega a 25.
El sector agrícola de Israel consume anualmente cerca de 1.200 millones de metros cúbicos de agua, de los cuales 900 millones son agua potable. El resto del agua proviene del reciclaje, agua salobre o pozos salinos. La política oficial de explotar las precipitaciones al máximo se refleja en el continuo desarrollo de embalses. En Israel existe una vasta experiencia en el uso adecuado del agua y este legado produce una gama de nuevos desarrollos tecnológicos que además de utilizarse internamente, se exportan de manera exitosa.
Lo que no se dice de todo esto es que más del 60 por ciento del coste de todo el sistema de regadíos y desarrollo de políticas de agua de Israel lo mantiene económicamente Estados Unidos. Aún así, el estado judío no ha aplicado una política agraria realmente eficaz en el plano económico. Eso no lo digo yo, lo dicen incluso ellos mismos, como es el caso de Jad Isaac, director general del Instituto de Investigación Aplicada de Jesusalén. "En Israel el gobierno sigue subvencionando el agua", añade Isaac. En la región, observa, Israel tiene uno de los más altos porcentajes de agricultura de regadío –alrededor de 50% de la superficie cultivable–, pero ella contribuye en menos de 2% a su economía. En cambio, el sector agrícola palestino representa aproximadamente 20% de la economía de esos territorios, aunque sólo 6% de las tierras arables son de regadío. "La política de los israelíes no tiene sentido", prosigue Isaac. "Deberían devolver el agua que cogen a los palestinos, que pueden utilizarla para su propio desarrollo". Con un producto nacional bruto de unos 17.000 dólares por cabeza, razona, Israel puede darse el lujo de orientar su economía hacia las tecnologías de punta y reducir su dependencia del sector agrícola. El PNB palestino, en cambio, es de alrededor de 1.000 dólares por cabeza y descansa en la agricultura. Por consiguiente, los palestinos deben seguir desarrollándose a corto plazo, pero al mismo tiempo construyendo poco a poco una base industrial. Eso lo digo yo pero también se ha dicho, con otras palabras, en la mismísima Unesco.
La última pregunta de Luis del Olmo hacía referencia a ETA. Desconozco si lo hizo con maldad o con ingenuidad, pero preguntarle a un alto cargo hebreo cuál sería la política de Israel si sufriera en sus carnes una banda terrorista como la vasca,... obviaré la respuesta para que no se les pongan los vellos de punta.
FOTO: Un niño palestino saluda a un soldado israelí en una zona ocupada. Fue una de las pantallas proyectadas durante el concierto de Roger Waters en Atarfel el pasado 9 de mayo. La imagen es de mi amigo y magnífico fotógrafo Paco Martín.
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