El 9 de mayo será una fecha para enmarcar con letras de oro entre los amantes de la buena música. El que fuera líder de Pink Floyd, Roger Waters, ofrecerá un concierto en el campo de fútbol de Atarfe (Granada), para lo que ya se han puesto a la venta 30.000 entradas.
No es cuestión de gustos. Personalmente no le veo nada atractivo a un concierto de Shakira que no sea ella misma y sus turgentes curvas, pero admito que sus espectáculos se convierten en acontecimientos en los países en los que actúa. Se trata de un ejemplo para llegar a la conclusión de que, independientemente de las predilecciones musicales que consideremos, conciertos de míticos autores y grupos –como el caso de los Rolling Stones, The Police, Héroes del Silencio o Alejandro Sanz- son eventos de gran relevancia social, de movilizaciones en las poblaciones que los acogen, de pingües ingresos económicos y de músicos ya consagrados por encima de gustos y opiniones.
Tal es el caso de Roger Waters. A todo el mundo no le gustará la música que lleva haciendo durante décadas el alma de Pink Floyd, pero cualquiera de las presencias de ambos es un acontecimiento de los más grandioso que puedan darse en el directo de hoy día sobre un escenario.
Hubo que esperar 24 años para verlos de nuevo juntos en el Live 8. En 1983, y tras publicar The Final Cut (considerado como el tercer disco del famoso The Wall), la banda liderada por Waters se autodestruía por el monstruo que ellos mismos habían creado. Un grupo con escenarios que jamás se habían instalado, que empleaba orquestas sinfónicas en sus conciertos (Michael Kamen, autor de bandas sonoras como Robin Hood, príncipe de los ladrones las dirigía), estrellaba aviones entre el público, construía muros enormes, hacía volar un cerdo hinchable del tamaño de un campo de fútbol o provocaba desperfectos en edificios históricos por la fuerza de su sonido decidía separarse ante las irreconciliables posturas de sus dos principales dirigentes, Roger Waters y David Gilmour. La fama, la grandilocuencia, estar 25 años en el top de la lista de éxitos de Estados Unidos con The Dark Side of the Moon eran suficientes motivos como para terminar en tragedia.
Ante la conmoción de sus seguidores, Waters abandonó el grupo y siguió en solitario, denunció a Gilmour, Richard Wright y Nick Mason por seguir utilizando el nombre de Pink Floyd para sacar discos y programar giras (perdió el juicio) y cada uno continuó por su camino. Los fans de la banda seguían escuchando sus discos y esperaban nuevos trabajos, pero ya no era lo mismo. El alma de los Floyd era Waters, a pesar de la característica voz de Gilmour y su guitarra, habiendo sido considerado uno de los 20 mejores guitarristas de la historia. El solo de guitarra final de la canción Comfortably Numb está considerado como el mejor de la historia del rock, junto con el de Stairway to Heaven, de Led Zeppelin.
Pink Floyd sacó al mercado dos trabajos en su nueva etapa sin Waters, A Momentary Lapse of Reason (1987) y The Division Bell (1994), este último un gran trabajo. Sus giras fueron multitudinarias. Aún es recordado el concierto en Venecia en 1989. Su alcalde en aquellos años, el republicano Antonio Casellati, no le dio la importancia que requería al espectáculo que estaba previsto acoger en su ciudad, y no previno la avalancha de 200.000 personas que llegaron a una capital que él no preparó para acoger a tantas personas. La ciudad de los canales quedó paralizada, saturada de gente y de basura, y ello le costó su puesto. Presentó su dimisión poco después del espectáculo tras unas graves trifulcas en el Ayuntamiento y la petición multitudinaria de sus ciudadanos de que se marchara, unos por permitir el concierto, otros por no haberle dado la relevancia que se sabía iba a tener la presencia de Pink Floyd en Venecia.
El transcurrir de los años vino a calmar los ánimos de Waters y sus antiguos colegas, así que alcanzaron un acuerdo y, aunque se prometieron no volver a tocar juntos jamás, fueron tentados en 2005 para participar en los macroconciertos Live 8 en distintos puntos del planeta en contra de la pobreza. Al ser por una causa solidaria, los Floyd aceptaron volver a reunirse todos, lo que supuso un acontecimiento mundial. El 2 de julio, millones de personas en todo el mundo estaban pendientes del televisor, unos miles afortunados en directo. Waters, Gilmour, Wright y Mason salían al escenario. La foto que hoy ven es de ese histórico reencuentro. Interpretaron cuatro temas que sonaron como en sus viejos tiempos. Yo permanecí frente al TV con el vello erizado durante aquellos 20 minutos. La cámara mostraba ocasionalmente a algunos espectadores con lágrimas en los ojos. Waters se veía distendido. En uno de los temas dirigió una mirada de complicidad a Gilmour. Éste, con su habitual flema en los conciertos, apenas se la devolvió. Pero es que él es así. Siguió concentrado en su cante, en su guitarra acariciada más que tocada,… Aquello fue glorioso, orgásmico, y 24 años después, sonaba igual de bien. La aclamación popular hizo que las preguntas posteriores a los integrantes de la banda fueran todas en la misma dirección: “¿Volverá Pink Floyd a unirse?”.
Waters y Gilmour lo dejaron claro: No. Quizás permanecería abierto un resquicio si se celebrase otro macroconcierto para pedir la paz y un acuerdo entre israelíes y palestinos. Así lo aseguraron. Pero nada más. Además, La BBC hizo una encuesta en la cual Pink Floyd resultó ganador como Mejor Espectáculo del Live 8 y las ventas de sus discos se elevaron en casi un mil por ciento. David Gilmour donó el excedente de las ganancias declarando que “no sería ético hacer dinero por un evento cuyos principios son la caridad y la solidaridad...”.
Desde entonces, Pink Floyd con Gilmour de líder apenas ha celebrado conciertos, y Roger Waters inició en 2006 una gira monumental con The Wall, la obra cumbre del grupo, realmente concebida en gran parte por él. Como el acuerdo alcanzado permitía que los derechos de The Wall los pudiera explotar Waters por separado, éste preparó un espectáculo… que ahora llega a Granada.
Sólo será un concierto en España. Como para perdérselo. Yo ya tengo mi entrada.
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