La gente está loca, pero la gente piensa que el loco soy yo. Como estamos en democracia, supongo que ganará la mayoría. Así que, antes de que me envíen al manicomio, dejaré un homenaje póstumo que no será a los idus de marzo, como lo harían los romanos de antaño, sino a los idos de marzo.
Leo en los periódicos de ayer que un tipo vestido con el hábito de nazareno de la hermandad del Baratillo de Sevilla entró en un restaurante, le dio un paraguazo a la cámara de vigilancia y se puso a robar. Todo eso con respeto, claro, el hombre hizo caso a las normas dictaminadas por las hermandades y, como está obligado a guardar penitencia anónima durante al menos ocho horas, no se quitó el antifaz y mangoneó según los cánones dictaminados por la hermandad. Hubiera estado feo eso de robar quitándose el capirote, qué falta de respeto. Por eso será que el hermano mayor del Baratillo ha dicho que, si lo pillan y es hermano de la cofradía, lo expedientará. Digo yo que un buen robo bien vale un expediente, así que el año que viene me visto con mi túnica del Santo Entierro –que impresiona mucho, como puede observarse en la imagen- y me cuelo en la pastelería La Victoria a birlarle dos bollos de leche y tres roscos. Porque expulsarlo de hermano supongo que será cuando el respetuoso mangante le clave dos puñaladas al propietario del restaurante o le propine tres puñetazos a un pequeño que le pida cera en una esquina. Un expediente. No te jode…
Paso página y veo que un listo se quedó de noche en la sevillana Confitería La Campana el Miércoles Santo y cuando ellas se habían deshecho de sus trajecitos negros y cofia al estilo chacha de los cuarenta (y después se quejan de la polémica sobre los uniformes en la Clínica San Rafael) y ellos colgaron sus chalecos horteras copiados por patilleros de feria cada año, salió de debajo de un mostrador, del cuarto de los palos de nata, del paso en miniatura del escaparate o vaya usted a saber de dónde, y arrasó llevándose 65.000 euros de la caja. O sea, cientos de batidos de helados de esos tan ricos que preparan en La Campana, torrijas, nazarenos de caramelo y dulces que se había zampado el personal durante todo el día. Hay que ser un poco lelo para dejar 65.000 euros en la pastelería una noche de Semana Santa. Menos mal que yo fui el Sábado Santo y las torrijas no se las llevaron, porque pedí una y me la pusieron. Buen indicio. Torrija la del dueño. Indicio de que… el del Baratillo actuó dos veces. No sé, me da a mí la espina. ¿Entraría vestido de Armao de la Macarena o escogería el disfraz de máquina de café para disimular? Y es que baratillo, baratillo, no es precisamente el café en La Campana…
La cosa no acaba aquí. Elena Cortés, que es concejala de Izquierda Unida en Córdoba, le pega pellizcos a los escaparates de El Corte Inglés. Sólo así se explica cómo se le fue la cabeza el Domingo de Ramos, cuando le dio por salir al balcón de su casa y no precisamente para cantar una saeta a la Virgen de la Candelaria, titular de la cofradía del Huerto. La edil apareció con “su pareja habitual” (sic) con un cartel en el que se leía la palabra NO, haciendo sonar la sirena de un megáfono, saludando a todo espectador presente y cachondeándose del personal con gestos por los que ayer pidió disculpas en una carta remitida a la hermandad y al Consejo de Hermandades. La alcaldesa, como saben también de IU, ha calificado el hecho de “reprobable”, le ha dado varios azotes figurados en el culo y ha justificado a la cretina esta diciendo que “al menos ha tenido disposición para reconocer lo ocurrido”. Vamos, que podía haber dicho que no era ella aunque le viera media Córdoba, que estaba poseída por el espíritu de Lenin o de Stalin y que, a Marx gracias, al menos no le lanzó un cubata a la cara de la Señora de la Candelaria. Dejemos al asunto por zanjado porque así lo quiere el hermano mayor de la hermandad, Francisco Luis Castaño, que ha dicho que “está olvidado, como buenos cristianos”. Eso lo serás tú, porque como la concejala vea que la estás llamando cristiana, es capaz de pintarte la fachada de la iglesia con los tres seíses, acompañada por "su pareja habitual" (otra vez sic).
Para terminar: leo un informe en el que se dice que se quiere más cuanto más lejos se está de la pareja. Un viejo refrán dice que “Del roce nace el cariño”. Pues un carajo para el que lo inventó y otro para los que aguantan a sus medias naranjas todo el día. Del roce nace el aburrimiento, la apatía y, como decía el gran Gila, sirve de base para pasar del “qué lindo lunar tienes en el labio” a “Quita pa’llá con la verruga”. Eso al menos dice el estudio recién publicado. También reza que los hombres que participan en reuniones de trabajo en lugares remotos y alejados de sus hogares, mandan mensajes amorosos y apasionados a los móviles de sus parejas. Es decir, que si la reunión es en una oficina de Chiclana con olor a bajante, ni te acuerdas de tu mujer. Si es en Alto Volta o Bután, le envías un bastinazo erótico-festivo que la pone a mil por hora.
En fin. La vida…
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