El otro día traté de distraerme en el coche con la radio. Elegí al azar un dial. En apenas quince minutos, una chica le cambió el nombre a un político provincial, se refirió a una invitada como “gerenta” (¡!) de una empresa y se equivocó gravemente en una cifra económica. Lo cambié horrorizado, dándole el beneficio de la duda aplicando el dicho de que un mal día lo tiene cualquiera. A la jornada siguiente me pudo la curiosidad, el sentimiento inexplicable de que, como periodista, parece que yo tengo la culpa de esos desaguisados de algún que otro colega, pero fue peor. Indicó, hablando sobre cierto tema judicial, que “ha salido un decreto que se decreta…” (claro, hija, pa eso es un decreto…), entre otros disparates. Pulsé el off y me fui a otra emisora, a escuchar un programa deportivo.
Me anunciaban un panel de expertos para analizar la situación de un club. El preludio tenía buena pinta, pero cuando comencé a oir, escuché a dos aficionados veinteañeros, un redactor de Deportes de un periódico que no da un palo al agua, un par de envidiosos y una momia que llamaba hablando del Mirandilla. Otra vez al off antes de que me dé un soponcio.
Encendí el televisor cuando llegué a mi casa y pillé una emisora local para ver lo bonita que es la Semana Santa isleña. Entre tantas líneas y distorsiones de imagen descubrí algún acólito y un paso, mientras un tipo decía inexactitudes sobre esa cofradía. En la otra cadena televisiva local descubrí el olivo del huerto entre mijitas y no precisamente del freidor, pero nadie hablaba. Era como el video comunitario de los vecinos de hace quince años. Después, en un rodillo informativo que anunciaba un acto que ya se había celebrado tres días antes, adivino una voz que habla sobre el Miércoles Santo. Me suena tanto que me vuelvo a las ondas hertzianas y escucho a la misma individua entrevistando a uno que vende vehículos de ocasión dos calles más allá de mi casa. Cuando aún no salgo de mi asombro, se cuela una grabación del mes pasado y aparece la misma con coloretes pintados en sus mejillas alabando lo bonita que está La Isla en Carnaval. Dios de mi vida…
Hablando de las carnestolendas, me dicen que hay un par de programas vespertinos y nocturnos en más emisoras de radio dedicadas a esta fiesta, así que en aquellos días me animé… y el que habla de la chirigota del Yuyu es el mismo que de deportes al mediodía. Y de Semana Santa dos semanas después. ¿El día de la marmota?
Menos mal que nos queda la prensa escrita. Pero me suena que el que firma la noticia que estoy leyendo ahora sobre el último fichaje mamarrachero del Cádiz de Antonio Muñoz es el mismo que escuché al mediodía. Suena a conspiración ya, al cartel de la película Vértigo de Hitchcock y yo en medio de tanta curva de Saul Bass…
Esto de la aldea global debe ser un concepto humanista, estoy seguro, y además es muy positivo porque todos aprendemos de todo. Hablamos de todo, juzgamos sobre todo, discutimos sobre todo y a ver quién nos dice que no, que todos tenemos derecho a todo. Es como lo que les decía el otro día de los tontos, lo mismo cargan cuatro pasos que llevan atributos que participan en programas de Semana Santa en los medios, o dan pregones o pontifican en internet con seudónimo.
Este es el nuevo concepto mundial, el nuevo orden impuesto. Me encantó que, hace ocho años, en una ¿televisión? local de esas decidieran emitir un programa de cine. Lástima que el empresario decidió que lo presentara la chica que por las mañanas entrevistaba a los pescaderos y carniceros del mercado de abastos, así que a veces confundía al de la fruta con Michael Curtiz o cuando trataba de hablar de Ingrid Bergman en sus noches de sábanas blancas le pedía cuarto y mitad de cazón para adobar.
¿De quién es la culpa de todo esto? Está claro que a estos colegas los ponen lo mismo para un roto que un descosido. En el esmirriado bote económico mensual que pagan los empresarios a los que les importa un rábano con bicho dentro la calidad de los medios de comunicación, van incluidas las labores más dispares en sus empresas. Yo te pagaré unos ochocientos euritos pero me haces el magazine de las marujas, me hablas de Carnaval, te puteas la Semana Santa y haces entrevistas publicitarias, además de varios controles de programas como el de Deportes. Y si no, ya vendrá otro que lo hará y da igual la calidad porque, ¿acaso la exigimos como oyentes, espectadores o lectores?
Triste época la nuestra, con tanta diarrea de medios y tan escasos de verdadera calidad…
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