Faltan horas para que llegue la noche más mágica del año. La tradición marcaba hace décadas que en realidad, la fiesta de los Reyes Magos estaba plenamente dedicada a los niños. Un regalo hecho con cariño en función de la economía familiar depositado al lado de la cama del pequeño se convertía en el gesto más emotivo del año en el seno familiar.
Hace relativamente poco tiempo que esta costumbre de regalar presentes el 6 de enero se extendió a los adultos. La emancipación económica de las familias y, obviamente, la comercialización del verdadero sentido de la efeméride de la Epifanía, hicieron que actualmente los regalos de Reyes se hayan convertido en algo en lo que no prima la edad del que recibe los presentes. Al menos la ilusión se prolonga a más seres humanos y eso siempre es positivo.
¿Quiénes serían los Reyes Magos? Para empezar, está cada vez más claro que no eran magos, quizás ni monarcas. Una traducción bastante libre los designó prácticamente como alquimistas, pero en realidad el término 'magoi' se refiere a 'sabios', lo que no significa que practicaran la magia, y menos aún que quienes ejercían actividades de esta índole tan incorrecta para la religión, adoraran a Jesús... En el Evangelio de Mateo se citan, pero casi como una anécdota. No se dice el nombre de cada uno de ellos, ni siquiera su procedencia, y menos aún que eran tres. De hecho, existen pinturas donde se aprecian dos, cuatro,...
Sus nombres proceden de los Evangelios Apócrifos, los textos que la Iglesia no los considera como oficiales pero tampoco los rechaza. Recomienda incluso su lectura pero con cautela, ante inexactitudes históricas diáfanas o hechos demasiado fantasiosos. Pero...¿acaso estas dos características no las poseen muchos avatares reconocidos como oficiales en la Biblia? Melchor, Gaspar y Baltasar, dicen los Apócrifos de la Natividad, que se llamaban. En el Evangelio Apócrifo de Pseudo Mateo -se supone que son aportaciones del evangelista a su texto 'reconocido', aunque algunas fuentes hablan de que lo escribió Santiago el Menor-, se especifica claramente que los Magos tardaron nada menos que 24 meses en llegar. "Después de transcurridos dos años, vinieron a Jerusalén unos magos procedentes de Oriente...". Así que de adoración a las pocas horas de nacer, según este texto, nada de nada...
Incluso parece que José se enfrentó a ellos porque no se fiaba de estos tipos tan extraños y les hizo preguntas antes de que pudieran entrar a ver a Jesús, según el Apócrifo del 'Liber Infantia Salvatoris'. Y el Evangelio apócrifo Árabe de la Infancia cuenta que María les entregó a los Magos unos pañales del Niño Dios. Fijaos qué curioso el texto...: "Y salieron a su encuentro los reyes y los príncipes, preguntándoles qué era lo que habían visto o hecho, cómo habían efectuado la ida y la vuelta y qué habían traído consigo. Ellos les enseñaron este pañal que les había dado María, por lo cual celebraron una fiesta y, según su costumbre, encendieron fuego y lo adoraron. Después arrojaron el pañal sobre la hoguera y al momento fue contraído por el fuego. Mas cuando éste se extinguió, sacaron el pañal en el mismo estado en que estaba antes de arrojarlo, por lo cual empezaron a besarlo y a colocarlo sobre sus cabezas...".
Otras historias citan a un cuarto mago llamado Artabán en una hermosa leyenda que algunos adjudican al teólogo presbiteriano Henry van Dyke, si bien parece que ya antes de 1896 existían textos antiguos que hablaban de él. Se dice que era el más poderoso, el más rico, pero llegó tarde a la cita con sus tres colegas porque se quedó por el camino atendiendo necesidades de varios desgraciados a los que regaló los presentes que en principio llevaba para el Niño. Su brioso caballo corrió hasta morir extenuado y, cuando Artabán llegó a Judá, contempló la matanza de los inocentes, quiso sobornar a un soldado con un rubí que portaba pero el sicario, al verle ya harapiento tras el tortuoso camino, creyó que había robado la joya, lo arrestó y el cuarto mago se llevó treinta años en la cárcel. Justo cuando Pilatos lo dejó libre, Artabán se dejó arrastrar por una multitud que lo llevó hasta los pies de un desconocido crucificado, donde encontró al Niño Dios que buscaba. Eso resumiendo, claro...
Os recomiendo los Apócrifos de Aurelio Santos Otero, editado por la Biblioteca de Autores Cristianos.
Felices Magos, amigos/as.
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