El PP y otras corrientes ideológicas españolas se empeñan en hacernos clones a todos los españoles en dos temas de crucial importancia. Primero, en la familia; segundo, en el concepto de defensa de la patria. Y como los digo, haciendo todos los esfuerzos por conseguir que lo hagamos de la misma manera, es decir, aborregados y clonados.
Defendamos la familia frente a las ordas decadentes y escandalosas del PSOE que promulga la destrucción de este concepto permitiendo los matrimonios homosexuales, las parejas de hecho,... Con esta idea tan maniquea, los conservadores vuelven a instrumentalizar la familia. ¿De qué familia habla, señor Rajoy? ¿De la única que usted considera verdadera y que todos tenemos que formar? El líder popular se empeña, con la interesada anuencia de la Iglesia católica, en hacer ver que sólo existe un tipo de familia, utilizando un término además procedente del Derecho Romano y anterior a cualquier concepto religioso perteneciente a la fe cristiana para denostar cualquier unión social que no pase por una vicaría entre un hombre, una mujer y el resultado de uno buen lote de hijos que recen el "Cuatro esquinitas tiene mi cama...".
¿Se atreve alguien a expulsar de la sociedad a una pareja de otra religión o a una unión de hecho con hijos o sin ellos porque "no son familia"? ¿Una madre soltera con su pequeño "no es familia"? Realmente, ¿usted "no es familia" en su domicilio, donde vive convivencialmente con su pareja de manera estable?
Ese concepto interesado de pareja lo ha trasladado el conservadurismo español a la idea de patria. Parece que todos somos más patriotas si sacamos al balcón la bandera roja y gualda. Si no lo hacemos, si no llevamos cinturones en los pantalones con esos colores, tirantes o no estamos de acuerdo en que la futura letra del himno español incluya la palabra "Monarquía", no practicamos el adecuado patriotismo a la carta que nos dicta Rajoy. Y es que si la vida nos enseña algo es que en conceptos tan íntimos como familia y patria, cada uno debe practicarlo como le dicta su conciencia. Así que no trate de decirme cómo debo amar a mi país y mucho menos exigirme que lo exteriorice. Deje a los españoles que lo hagan con su naturalidad, viaje a cualquier lugar del mundo y encuentre a un grupo de paisanos, escúcheles hablar durante un par de minutos y aprenda cómo somos capaces de morder una yugular si alguien insulta a nuestro país. Pero no trate de hacernos comulgar con artificialidades de cara a una galería ya trasnochada, tan caduca y ajena al ciudadano como celebrar el día de nuestra nación al paso de la oca, cuando para eso ya existe la jornada especial de las Fuerzas Armadas.
Qué grato y plácido sería acabar para siempre con tantos artilugios bélicos en las calles de Madrid paseando el 12 de octubre y cambiarlos por concentraciones populares con suelta de palomas blancas de la paz, grupos de música alegrándonos el día y otras opciones que, no me vayan a calificar de iluso, nos unirían alrededor de nuestra España sin sentir el ruido de las cadenas de los tanques ocupar alevosamente el asfalto de la capital de nuestro amada patria...
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