Debe ser que me he vuelto demasiado escéptico, o quizás cascarrabias. Me resisto a pensar en que la insensibilidad se ha apoderado de mí, pero no encuentro explicación: me aburro soberanamente con el cine que veo desde hace varios años para acá. Y ya lo de los últimos meses, de cara a los próximos Oscar, me provoca la peor sensación que puede mostrar un ser humano hacia algo: la indiferencia. "Nunca subestimes el poder de la indiferencia", se decía en American Beauty...
Yo he sufrido por elegir realmente la mejor película hace años ante la dificultad por escoger, ya que era como hacer la manida pregunta de si quieres más a tu padre o a tu madre. Qué regusto daba ver una y otra vez joyas como La Lista de Schindler, En el nombre del padre o Lo que queda del día hace trece años para decantarte finalmente por una a la hora de concederle tu anónima estatuilla particular. Recuerdo las nominaciones de mediados de los ochenta en las que si no te convencía aquella obra maestra de Sidney Pollack que era Memorias de África tenías detrás El color púrpura de Spielberg; o John Williams competía por el premio con Jerry Goldsmith, James Horner trataba de ganar haciendo doblete en las nominaciones con Apollo XIII Y Braveheart o era difícil decidirse entre JFK, La bella y la bestia, El príncipe de las mareas... Les pongo estos ejemplos para que no me digan que me retrotraigo al cine clásico, que es lo más fácil, y así puedan rememorar lo que sucedió apenas hace unos años, en aquellas sesiones maratonianas que yo radiaba en mi programa Último Estreno y en la que ofrecí entrevistas de lujo para una fiel audiencia, con la participación telefónica de Ivonne Blake, Fernando Trueba, Carlos Pumares,...
Pero ahora el hastío ya es alarmante. Fíjense el panorama: Ahí está Babel, que dicen que es la mejor película del año y seguramente ganará la estatuilla al mejor filme. Qué previsible el disparo de los chicos, que innecesaria la historia de la mexicana, qué aburrida la lentitud con la que están narrados los devaneos de la adolescente oriental,... Qué filme más curioso para verlo un jueves en los multicines El Palillero de Cádiz dentro de Alcances rodeado de progres de izquierda con coches caros y despacharla como si fuera una producción de esas venidas de la gran puñeta con cierto y limitado interés. Pero de eso a ser lo mejor del año... Y Gustavo Santaolalla nominado a mejor banda sonora. ¿Qué banda sonora? Qué cosa más repetitiva y fea, joder...
Tampoco me explico esa euforia desmedida por El laberinto del fauno. Es la peor película de Guillermo del Toro con diferencia. Qué lejos de aquella Cronos, con un impresionante Federico Luppi en busca de la inmortalidad, el mismo que nos impresionaba con..."¿Qué es un fantasma..?" de la brillante El espinazo del diablo. Ahora, con lo del fauno, hace una cinta en la que curiosamente nadie echa en falta al bicho y sus historias cuando desaparece castigando a la pequeña y la película se convierte en un ejercicio pulcro pero nada original de una historia de malos malísimos durante la guerra civil española (¿les suena?). Justamente cuando vuelve a aparecer el fauno ("Te voy a dar otra oportunidad"... manda cojones, el guión) la película tiende nuevamente a aburrir, tanto como aquella historia de la niña entrando en la sala donde se encuentra el ser desojado que mira con las palmas de sus manos y cuya historia más parece un juego de consola (el bicho es clavado a una enfermera del Silent Hill) que a un solvente guión. Y ese militar tan hijoputa, que en el colmo de la ida de olla de Del Toro, lo coloca bajo la lluvia con gabardina y gafas andando como si del mismo Alfred Molina en Spiderman 2 se tratara... Definitivamente, al cineasta mexicano le perdió su amor por el comic. En fin... nada de nada.
Ni siquiera Dreamgirls. Miren que el musical pareció vivir un revival con Moulin Rouge y Chicago. Ambas tenían su talón de Aquiles en el guión, pero eran enormemente resolutivas y visuales. Y varios años después terminamos con esta cosa insustancial... El musical ha muerto. Viva el musical.
Y si ya nominan a Penélope Cruz a mejor actriz, pues apaguemos y démosle a la bebida. Su subida por el pueblo comprando comestibles para su restaurante feliz y admirada por los lugareños es más propia de los minutos iniciales de La Bella y la Bestia que de una película de Almodóvar, que no parece recobrar la senda de las estupendas ¿Qué hecho yo para merecer esto?, Laberinto de pasiones o Matador.
Estoy absolutamente divorciado del cine. Con lo que duele renegar de lo que amas...
Es una tendencia habitual y equivocada despreciar el cine actual echando la vista atrás para añorar ciertos clásicos... Hoy en día hay de todo, pero claro, si se parte de la base de que el cine que ponen el jueves en El Palillero es para progres trasnochados, es normal el desencanto. Si uno traga sólo cine comercial, pues sí, es lógico que acabe hastiado. Pero lo divertido es que desprecies obras como Babel (que está muy bien pero tampoco es para rasgarse las vestiduras) echando de menos tostones como El príncipe de las mareas y productos claramente discutibles como Memorias de África o la lista de Schindler... más cuando el creador de esta última cinta nos regaló el año pasado una obra maestra, Munich. Sobre la nominación de Pé, aparte de que está inmensa, en la línea de las grandes divas del cine italiano, como la Mangano que aquí muestras en todo su esplendor y más certeramente como la Loren, es gracioso que te den ganas de hacerte el harakiri cuando en la injusta historia de esas estatuillas hay no ya aspirantes, sino galardonados de juzgado de guardia... por favor, ese Tom Hanks con Oscar al mejor actor por partida doble y ese descerebrado de Mel Gibson triunfando con esa patética Braveheart... por no mencionar las estatutillas de Titanic, oh, my God!!! Y ya que estamos Leonardo Di Caprio nominado este año cuando es un actor con el talento de un boniato, a ver cuando te coscas Scorsese, que te está gafando las pelis!!
ResponderEliminarTambién es tendencia habitual y no me atrevo a decir equivocada, eso depende de cada uno,hablar de cine a partir del palmarés.¿Qué más me dan las nominaciones o los premios si no son más que compensaciones entre amiguetes? ¿Por qué no podemos simplemente quedarnos con las películas que nos han hecho sentir algo o pasar un buen rato? Es cierto que hay pocas cintas que tengan algo nuevo o interesante y que parace que ya lo hemos visto todo. Yo este año lo he visto todo, dos de magos, dos de DiCaprio (de él hablaremos otro día porque se lo merece), la favorita esa de las lenguas, la de Almodóvar con más de lo mismo, dos de pederastas, o supuestos, una pesimista futurista, y no sé cuantas otras pasadas desapercibidas más. No voy a quejarme, porque me quedo con el mayor rato de risas que recuerdo en tiempo viendo Little Miss Sunshine, (en versión original por supuesto) una que ni siquiera quería ver porque no me decía nada lo de la cría pirada por los concursos de belleza, y me quedé enamorada de todos y cada uno de esos frikis maravillosos que se meten en una furgoneta destrozada para hacerle el gusto a la niña de sus ojos. Y me quedo con el amargo disgusto que aún tengo con el Salvador, que aún sabiéndome de memoria la historia, por eso, porque es historia, no he podido todavía arrancarme los ojos de angustia de Daniel Brühl (cómo me gusta este actor y cuánto tiempo he estado esperando a que le llamaran en España) durante la soporífera media hora larga que espera a que le metan el garrote (qué putada).Y me quedo con la italiana La Spettatrice, que no sé si está en la cartelera española, pero que es lo más sutil, delicado y sin embargo sugerente que he visto en mucho tiempo, como el mejor Haneke pero sin su oculta y molesta agresividad. Son sólo tres de entre muchísimas, pero qué quereis, a mí me vale. Y deja de pensar que en el pasado era mejor, tostones ha habido siempre. Recuerda que viendo Eyes Wide Shut te dormiste en el cine.
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