Llega una de las fechas más esperadas por los aficionados a la música de cine: la anunciada para la celebración de una nueva edición del Festival de Música de Cine de Málaga (MOSMA).
El problema comenzó a principios de octubre, cuando los organizadores revelaron la programación vendiendo que este año será especial porque se cumple una década desde la creación del festival. Y es que 'lo extraordinario' del anuncio no coincide con 'lo ordinario' de un elenco de compositores y actividades que respondan a lo que debe ser un aniversario. Ni siquiera a la altura de una edición que no sea conmemorativa de algo. Así que numerosos aficionados y algunos medios especializados en música cinematográfica no escatimaron en críticas a la hora de valorar la apuesta del MOSMA, que está a punto de empezar (del 24 al 26 de octubre) y ya iba tarde en dar a conocer su oferta para 2025.
En plena marejada de estos pasados días, el festival ha dado un golpe en la mesa. El jueves 9 de octubre, después de anunciar la programación, la organización revelaba que el compositor Trevor Jones se suma al cartel con un encuentro con el público en la mañana del sábado 25 -acceso gratuito- y la inclusión de varias de sus obras en el concierto que tendrá lugar por la tarde con bandas sonoras mayoritariamente recordatorias de compositores que han estado presentes en Málaga en ediciones anteriores. La presencia del músico que ha escrito 'El último mohicano', 'Máximo riesgo', 'Dentro del laberinto' o 'Excalibur' ha venido a salvar los muebles de un MOSMA muy tocado en estos días por la crítica.
Tengo la impresión de que traer a España a compositores extranjeros para que participen en estas iniciativas es, actualmente, muy complicado. Ni la economía, ni la situación político-social actual ni la disposición de los propios compositores es la misma que cuando hace años comenzaron estos extraordinarios eventos que han permitido escuchar música de cine en directo y además, conocer de primera mano las impresiones y la manera de trabajar de maestros reconocidos. Porque se echa de menos que, además de imbuirnos en la música, los festivales recobren o adquieran un carácter congresual, para que, durante los días de su celebración, se puedan dar clases magistrales con alumnos/aficionados inscritos, donde proliferen los apuntes, anotaciones, donde quienes están interesados en la música de cine aprendamos durante el día y por la noche nos deleiten los oídos. Parece que nos hemos quedado en las conciertos y, además, podemos dar las gracias ante las dificultades que muchos aficionados desconocen o, porqué no decirlo también, la gestión insuficiente y conformista en algunos casos de quienes organizan eventos de este calibre.
De todo ello os hablo en este programa/vídeo ya disponible en #UltimoEstreno y cada cual extraiga sus conclusiones.
En apenas 24 horas, dos prestigiosos colegas de la información cinematográfica, Gerardo Sánchez y Juan Luis Sánchez, han lamentado dos asuntos concernientes al cine: que la cultura cada vez importa menos en los medios y que la inteligencia artificial está creando monstruos tan reales que en breve se realizarán películas enteramente digitales. En medio de esta preocupación que a algunos nos carcome desde hace ya tiempo, el papel del periodista-crítico-analista cinematográfico es fundamental. Nos echan de los medios de comunicación, la gente nos sustituye por youtubers sin mayor capacidad que citar una ficha técnica con efectismos visuales en sus vídeos y hay quien erróneamente cree que somos cineastas frustrados, que es como decir que el (buen) periodista de política quiere ser político o que el (buen) profesional que analiza un partido de fútbol quiere ser futbolista.
Os dejo unas reflexiones al respecto en el último programa de #UltimoEstreno. Sí, digo bien, no es videocrítica ni reportaje: es un programa, para adentrarse en él y pensar sobre lo que comentan Gerardo y Juan Luis, de ahí su duración.
Aprovecho para decirles a ambos, y a quienes como profesionales aún sobreviven a todo lo que está ocurriendo, que vayan con la cabeza muy alta y se sientan absolutamente orgullosos de hablar y analizar cine. Porque somos necesarios para trasladarle al público los códigos que observamos (y oímos) en la pantalla y porque no, no tenemos intención alguna de hacer cine, para eso están ‘ellos’.
Desde que el pasado 16 de septiembre nos dejara Robert Redford, las televisiones, plataformas y otros medios de difusión se han dedicado especialmente a recordar al icónico cineasta emitiendo algunas de sus películas o hablando sobre ellas en programas dedicados al cine.
«La música en las películas de Robert Redford» que os ofrezco en #UltimoEstreno va más allá de estos homenajes recurrentes, porque el videorreportaje que le dedicamos se centra también en aquellas bandas sonoras que acompañaron a películas reconocidas del actor, director y productor. Así, he seleccionado una quincena de filmes no solo por la importancia respecto a Redford, sino porque incluyen bandas sonoras que merecen la pena destacarse por el papel que desempeñan, la relevancia de sus compositores y, en definitiva, la destacada contribución que supusieron para la música de cine y por lo tanto para el cine. El recorrido cronológico servirá también para comprobar tanto la evolución de Robert Redford como de los compositores y sus propias músicas, comenzando por aquel John Barry de «La jauría humana» en 1966 hasta llegar a su estilo más identificativo con «Memorias de África« (1985) o «Una proposición indecente» (1993), sin olvidarnos de otros nombres de compositores muy allegados a la filmografía de Redford como Marvin Hamlisch, Dave Grusin o Mark Isham, que han musicalizado películas emblemáticas de Redford tanto actor como director.
La extraordinaria melancolía de «Jeremiah Johnson» con su canción, la serenidad y gravedad reflejada en la música sobria de David Shire para «Todos los hombres del presidente» (1976) o la aportación de los Newman (Randy y Thomas), el primero con el sinfonismo de su poderosa partitura para «El mejor» (1984) y el segundo con su marcado estilo en «El hombre que susurraba a los caballos» (1998) conforman otros atractivos de esta selección que culmina con los trabajos crespusculares de Robert Redford, uno de ellos en un curioso registro dentro del mundo de los superhéroes («Capitán América. El soldado de invierno» (2014), con banda sonora de Henry Jackman con fanfarria de superhéroe incluida) y su último filme como protagonista, «The Old Man & The Gun» (2018), con una partitura jazzística en la que Daniel Hart se desenvuelve solventemente para trazar las andanzas de un ladrón de bancos.
Con este homenaje musical, en el que en algunas escenas de varias películas podéis escuchar la voz original de Robert Redford, lo que espero especialmente es que os entren unas enormes ganas de verlas todas. ¡A disfrutar!
Habrá decenas de imágenes icónicas y más personales del talento, y por supuesto la belleza, de Claudia Cardinale. Pero siempre que se me ha venido a la memoria la he recordado en el personaje de Jill y en las secuencias más corísticas de «Hasta que llegó su hora». Su presentación en el pueblo, cómo se apea del tren mirando a su alrededor, la cámara subjetiva y nerviosa mimetizando con el espectador por las calles polvorientas... O en el desenlace, su decidido caminar para llevar agua a los trabajadores tras la llegada del ferrocarril, que abre un nuevo tiempo, una nueva era en el lugar y en la vida de aquella mujer que huía de un pasado solo pincelado. No necesitamos más detalles.
Claro que, en todo esto, tiene mucho que ver la maravillosa brutalidad de Sergio Leone, cuya cámara sigue su trayecto aunque Jill entre en la estación, para mostrarnos todos los planos escénicos a través de la ventana, la eleve al cielo con una perspectiva general y nos lleve de la mano al desértico Flagstone. Y, especialmente, Ennio Morricone que, casi media hora después de iniciarse la película a base de sonidos y los primeros compases de la inquietante armónica, nos da la gran cachetada de magistralidad con el tema musical que siempre va a prevalecer sobre los demás por su significado: el de la señora Jill McBain. Sublime, con la voz de la soprano, que irrumpe como algo diametralmente distinto a lo que llevamos visto/oído hasta ese momento. Es la música de una heroína celestial, pero también de una mujer en soledad, de la melancolía pero también de la esperanza.
Y de repente, aquel cine de entonces se convierte en magia y te provoca dolor de tráquea como no dejes escapar la lágrima aunque los malhechores se tiroteen, el pueblo sea un lugar sucio mal trazado y aquella fantasía se extienda por casi tres horas. Hay más cine -y, por lo tanto, música de cine- en esos minutos que en películas enteras actuales. Y yo no quería que te murieras, Claudia, pero márchate con el consuelo de que tu ida servirá para rememorar que hubo un tiempo en el que las pantallas, tú y la intimidad inconfesa del cine de las sábanas blancas nos cambiaban la vida cada vez que os contemplábamos.
Quince minutos emplea Oliver Laxe en arrancar la película tras un eterno bailoteo de fumaos con música de esa que llaman 'raven' en un concierto en el desierto marroquí.
Un minuto enseñándonos a uno de ellos rozándose con un altavoz de su tamaño como perro en celo. Justo a la media hora aparece el título del filme en pantalla.
Tres minutos de saltos con chimpum chimpum delante de dos bafles montados en pleno arenal antes de dar carpetazo a la pandilla basurilla con la 'genial' idea de un campo de minas.
A todo esto, niño con perro en la mochila. Recurso que no falla.
¿#Sirat es una mala película? No tanto. ¿Es buena? Tampoco. Es uno de los millones de ejemplos del onanismo de los directores que en dos horas nos alargan soporíferamente cosas que se deben contar con el dinamismo que requiere el cine. Secuencias interminables, escenas alargadas, a lo que en este caso concreto no ayuda una música monolítica, machacona que no aporta narrativa alguna sino que se utiliza como hilo de coser entre secuencias y además cortado toscamente. Que sí, que ese es el estilo musical que requiere la historia, que hasta ahí llego. Pero no comprendo su uso tan caótico y desacertado.
No sucede nada. No hay final concluyente. Miro el reloj ya en el primer cuarto de hora. Me ausento. Y seguirán creyendo que, por rodar las mismas cosas durante minutos y minutos y dejarlas en el montaje, nos cuentan acertadamente lo que nos quieren decir, en un ejercicio más de directores encantados de conocerse cuyas cosas las envían a competir al más alto nivel.
Vaya futuro -ya presente- tiene el cine. Y qué cuesta estar al pie del cañón ante tantas cosas inanes. Pero ese es otro tema para más adelante.
Enlace a la videocrítica en el canal #UltimoEstreno pinchando aquí.
A diferencia del resto de los mortales, jamás desearía ver juntos nuevamente a David Gilmour y a Roger Waters como Pink Floyd. La irreconciabilidad entre ambos ha enriquecido la música del género, creando, cada uno por su lado, temas que mantienen vivo un estilo de música a pesar de los embates provocados por la basura que se hace hoy día.
El tiempo ha sido tan sabio que nos dio grandísimos temas creados por la banda para su época. Demasiado tiempo estuvieron juntos para como son no solo en sus caracteres, sino en sus conceptualidades musicales, aunque los incluyamos en un mismo campo. Waters átono, con su música lastimera, maravillosamente sucia, su voz truncada, su atormentado intimismo que lo persigue como fantasma de sus traumas, a veces tan tóxico y siempre tan necesario para crear, en su caso, y puro goce para nosotros. Gilmour, más armónico, con riffs interminables que enriquece hasta hacer maravillosamente eternos los finales de sus canciones, con la elegancia conceptual elevada a la máxima expresión. Dos tipos tan distintos que de sus diferencias musicales desde su génesis parieron obras inmortales de la música. Ahora, o mejor, dicho, desde hace ya nada menos que cuatro décadas, nos regalan lo mejor de sus egos.
El pasado 17 de septiembre disfruté en el cine con el documental grabado en octubre. Gilmour y su banda (muero con Charley Webb y su ukelele, sorry) ofrecieron un monumental concierto en el Circo Máximo de Roma ante casi 20.000 personas. Como es frecuente últimamente, se comete el error de llamar documental a todo y, con la excepción de algunos minutos iniciales, la película es prácticamente en su totalidad eso: un concierto. El espectáculo acaecido en este singular recinto. «David Gilmour Live at the Circus Maximus, Rome» se ofrece en cines solo los días 17 y 21 de septiembre. El pasado julio le tocó el turno a Roger Waters, cuando se estrenó «Roger Waters This Is Not A Drill Live From Prague», la cuidada filmación del concierto que ofreció en la capital checa en 2023.
Para los amantes del morbo, decir que en taquilla parece ir ganando Gilmour, al menos en mi apreciación: ayer la sala de los Cines Yelmo de Jerez (Cádiz) presentaba mucho más público que hace dos meses con la cinta de Waters. Pero lo importante es el contenido en pantalla.
Quédense con varios apuntes al respecto: si buscan muchos temas musicales de Pink Floyd en Gilmour, saldrán decepcionados. El fenomenal guitarrista reivindica lo que ha sido capaz de componer en todos estos años sin recurrir al pasado, cosa que sí hace Waters aunque... qué puñetas, la mayor parte de la obra de Pink Floyd la escribió él. Pero derechos de autor aparte, Gilmour parece empeñado en refrendar su creatividad mientras Waters se encierra en su pasado dándole pinceladas de sus discos con el brillo que le otorgan algunos temas de «Is This the Life We Really Want?», su último trabajo publicado. Al final, las desavenencias son alargadas y lastimeras. Curiosamente, «Roger Waters This Is Not A Drill Live From Prague» comienza sobre el escenario con la icónica «Comfortably Numb» de «The Wall» versionada con mayor dosis de intimidad por Waters, pero de la que suprime el apoteósico final del tema con guitarra que le concedió media inmortalidad a Gilmour. Y el guitarrista, por su parte, apenas da concesiones a la obra cumbre de Waters con el grupo, «The Wall», sobre el que pasa de soslayo y con el que culmina su espectáculo con... «Comfortably Numb» y su guitarra en todo su esplendor. En el resto de las dos horas y media, ni rastro.
Ojalá sigan dándonos lo mejor de sí mismos a pesar de alcanzar ambos una edad octogenaria y su imposible, e innecesaria, reconciliación.
Miguel Joven, quien encarnara al personaje de Tito en VERANO
AZUL, ha propuesto que el cincuenta aniversario de la serie televisiva -que se
celebraría en 2031- sea organizado por Radio Televisión Española (RTVE) como la
compañía que creó una de las producciones de mayor repercusión en la historia
del ente público de nuestro país. «Me gustaría que RTVE recogiera el testigo de
las anteriores celebraciones y creara un aniversario como se merece la propia
serie, sus seguidores y nosotros, quienes estuvimos delante y detrás de las
cámaras para hacerla posible».
Las palabras de quien fue actor con tan solo seis años
interpretando a uno de los personajes más icónicos de VERANO AZUL y actualmente
monitor deportivo y turístico en Nerja las pronunció en el transcurso del acto
que organizó el Ayuntamiento de Vélez-Málaga el pasado 30 de agosto de 2025,
enmarcado en el programa ‘Noche en blanco’ en el que se ofreció una amplia
oferta lúdica y cultural durante la jornada nocturna en distintos puntos del
municipio de La Axarquía malagueña y que se encuentra a 27 kilómetros de Nerja.
En ‘Recordando a Chanquete’, que es como el Consistorio veleño denominó este
evento, Miguel Joven fue entrevistado durante alrededor de media hora por la
periodista Mari Ángeles Salguero en un acto público celebrado en el Museo que
antaño fuera el Hospital de San Juan de Dios y donde se rodaron escenas
inolvidables del capítulo ‘Algo se muere en el alma’, el penúltimo de la serie,
ya que el equipo de localizaciones eligió este enclave como lugar para
hospitalizar al marinero ‘Chanquete’. De esta manera, en el mismo sitio y a
pocos metros de donde Ferrandis interpretó al personaje convaleciente antes de
su muerte, tuvo lugar este acto que reunió a numerosos vecinos y seguidores de
la serie. Tras la participación de Miguel Joven tuvo lugar el descubrimiento de
un mosaico recordatorio del rodaje de VERANO AZUL en este enclave.
Joven Braun explicó que los protagonistas de la serie se
reúnen cada diez años para conmemorar el aniversario de su estreno, que tuvo
lugar en octubre de 1981, y quiso dejar constancia del impacto que causaron
especialmente los encuentros celebrados en el veinte y el treinta aniversario,
con la presencia de toda la pandilla y personal del equipo de rodaje y unos
completos programas de actos. Recordó que en la celebración de los treinta años
él fue el maestro de ceremonias y destacó la cercanía que desde la organización
se quiso tener con los aficionados que acudieron a Nerja durante los días de
celebración. Lamentó que el 40 aniversario no pudiera conmemorarse por los
efectos de la pandemia del COVID-19 y afirmó que «nos encaminamos al 50
aniversario. RTVE puede hacer una celebración como nos merecemos para
conmemorar algo que ha sido un éxito y que todos llevamos en el corazón de
alguna manera».
Imagen de uno de los momentos de la celebración del 30 aniversario en 2011.
Cabe recordar que en los programas de los años 2001 y 2011
tuvieron lugar importantes actos como la inauguración del paseo marítimo
Antonio Mercero, el parque Verano Azul, proyecciones, desfiles, etc. pero no
cabe duda de que la proximidad de las bodas de oro del estreno de VERANO AZUL
merece que desde ya se produzcan movimientos para que se cumpla lo que Miguel
Joven, y posiblemente todos los seguidores de la serie, desean de cara a una
fecha tan señalada. Por lo pronto, ‘Tito’ ha lanzado el órdago que, con
seguridad, le llegará al ente público o a quienes quizás quieran contribuir
como intermediarios para que ello se haga realidad.
«Hacía falta un Verano Azul que nos explicara que la
sociedad estaba cambiando»
En el transcurso de la entrevista, Miguel Joven trató
distintos temas relacionados con VERANO AZUL: el impacto social que supuso,
anécdotas del rodaje, propuestas de continuación, reflexiones personales…
Especialmente importante fueron sus apuntes sobre lo que sociológicamente vino
a significar, sabedores ya de que la serie trataba temas demasiado avanzados
para aquellos inicios de la década de los ochenta en los que los españoles aún
estaban marcados por los cuarenta años de dictadura franquista. El divorcio, la
especulación inmobiliaria, las madres solteras y las relaciones padres-hijos
fueron asuntos puestos en liza por VERANO AZUL a través de sus guionistas,
Horacio Valcárcel y el propio Mercero. «Para muchos de nosotros -explicaba
Miguel Joven- VERANO AZUL cobra valor conforme va pasando el tiempo. Podemos
hacer la comparativa de la sociedad de aquella década con la actual, en la que
ya tenemos muchas cosas superadas, pero por entonces éramos niños y jóvenes que
pertenecimos a la primera generación en libertad y democracia. Y la exigíamos
como un derecho», aseveró. «Hacía falta un Verano Azul que nos explicara que la
sociedad estaba cambiando y que no tenía nada de malo que lo hiciera. Y
hablábamos de temas polémicos que ni siquiera se trataban en los programas
nocturnos de televisión. Sin embargo, Mercero tuvo la genialidad de adecuarlos
con el rasgo de la inocencia. Por ejemplo, yo introducía un chascarrillo
gracioso e ingenuo y con una sonrisa se producía el debate sobre un tema como
podía ser el de las madres solteras».
Respecto a la relación entre los protagonistas, el embajador
turístico de Nerja afirmó que durante el rodaje de la serie se creó «una
pandilla de verdad. Disfrutamos de dos veranos azules durante 16 meses: el del
rodaje y el de después durante el tiempo libre que vivíamos siendo chavales.
Piraña (Miguel Ángel Valero) y yo teníamos una amistad real y nos íbamos a
hacer el golfo. El secreto estaba en que éramos un par de amigos». Miguel Joven
dijo que, además de los encuentros de aniversarios de cada década, los
protagonistas de la serie visitan con frecuencia Nerja. «Seguimos siendo una
pandilla, aunque ya no subamos a las bicicletas, y contactamos muy a menudo»,
apostilló.
«No quise pagar el precio de irme de Nerja»
Preguntado por el hecho de que no continuara en el mundo de
la interpretación tras rodar VERANO AZUL y algunos escarceos cinematográficos y
musicales, Miguel Joven calificó aquella experiencia como «maravillosa»,
recordando que él contaba con tan solo seis años de edad y vivir el mundo de la
televisión era «como un juego gigantesco que yo no quería dejar». No obstante,
aseveró que seguir en lo audiovisual suponía indefectiblemente marcharse de
Nerja para trasladarse a ciudades como Madrid. «Dejar Nerja era un precio que
no quería pagar. No quise sacrificar la vida que ya tenía y de la que sigo
disfrutando a día de hoy».
Entrando ya en las semblanzas del rodaje de la serie en el
antiguo hospital de Vélez-Málaga, Miguel Joven recordó que precisamente en este
lugar se hicieron unas fotos de las que guarda un entrañable recuerdo, citando
una especialmente de toda la pandilla, con Antonio Ferrandis y María Garralón,
en la planta alta del patio interior. Así mismo, aseguró que, aunque el
capítulo rodado en Vélez-Málaga es dramático por el hecho del preludio de la
muerte de Chanquete, allí se sucedieron momentos muy divertidos del rodaje. Así,
explica que uno de ellos fue con Antonio Mercero haciendo el cameo de médico
que todos los aficionados a la serie conocen. «Era imposible que rodáramos con
el semblante serio. Estábamos acostumbrados a ver a Mercero tan serio, en su
papel de director, y de repente aparece con una bata blanca, vestido de médico…
Hasta en la escena se puede ver a Desi conteniendo la risa. Nos meábamos»,
cuenta Miguel.
El propio ‘Tito’ afirmó además que a Antonio Mercero lo
llamó TVE para convencerle de que hiciera más capítulos de VERANO AZUL tras el
éxito de los 19 estrenados, pero el director se negó por completo aduciendo
entre otras cosas que sin Chanquete, la continuación no tendría sentido. Con
respecto a una posible segunda parte de la serie, aseveró que «llama la
atención» que una producción tan exitosa no tuviera secuela. «Los fans de la
serie saben que aquellos niños ya somos padres, así que habría que actualizarlo.
Para mí tendría sentido, pero es un proyecto difícil».
Ya en la recta final del acto, el alcalde de Vélez-Málaga,
Jesús Lupiáñez, agradeció a Miguel Joven su presencia en este homenaje a VERANO
AZUL, asegurando que se había cumplido «un deseo histórico» al contar con su
presencia y la ilusión que le suscitaba como primer edil veleño, trasladándole
la invitación a acudir en otra ocasión con el resto de los protagonistas de la
serie.
Tras los prolongados aplausos, se descubrió el mosaico en
tonos blancos y azules recordatorio del rodaje de VERANO AZUL en el recinto con
la mención especial a Chanquete, realizado por Estudio 21, un taller veleño
dedicado a la azulejería entre otras artes.